lunes, 9 de abril de 2018

MILES DAVIS: EL SONIDO DEL DOLOR

Nando Salvà
El Periódico, 24/07/2016


Dado que hoy en día gastamos con alegría expresiones como «artista camaleónico» para etiquetar a gente como Lady Gaga solo por su disposición a los cambios de vestuario y peinado, nos hemos quedado sin calificativos que hagan justicia a Miles Davis. ¿Cómo definir a alguien que a lo largo de seis décadas, amorrado a su trompeta, vehiculó la evolución misma del jazz mientras se movía de un sonido nuevo al siguiente sin atender a gustos populares o reacciones críticas?

En efecto, Davis podría haberse retirado a los 33 años tras grabar 'Kind of blue' (1959) -su disco insignia y una de las obras esenciales del jazz y de la música en general- e incluso así hoy sería considerado una leyenda. Pero en cambio, a pesar de que para la gran mayoría de músicos la capacidad de riesgo y experimentación se desvanecen junto a la juventud, miró adelante. Hasta el momento mismo de su muerte, de la que este año se cumplen 25 años, trató constantemente de redefinir lo que el jazz y en el proceso condicionó la evolución de la música.

FALTA DE MODESTIA

«Cambié el destino de la música cinco o seis veces», escribió una vez él mismo haciendo gala de su proverbial falta de modestia, y tenía razón. A mediados de los 40 asistió a Charlie Parker en la revolución del 'bebop', y a finales de la década impulsó el jazz de cámara junto al arreglista Gil Evans en las sesiones de grabación de 'Birth of the cool'; en los 50 preconizó el 'hard-bop' e inventó el jazz modal de álbumes canónicos como 'Kind of blue' o 'Sketches of Spain'; en los 60 amplificó el jazz libre al tiempo que descubía y catapultaba a jazzmen como John Coltrane, Bill Evans y Wayne Shorter; y a principios de los 70 fusionó el jazz con el rock en álbumes como 'Bitches brew' y lo maridó a géneros como el funk y la electrónica en 'On the corner' o 'Get up with it'.

Tras tanta compulsión creativa, a finales de 1975 el músico estaba fundido. Como resultado pasó seis años recluido, lidiando con demonios personales y problemas de salud. Ese es el Miles Davis que retrata en 'Miles ahead', el 'biopic' dirigido y protagonizado por Don Cheadle que el próximo viernes se estrena aquí: un hombre mitad Drácula mitad coronel Kurtz, que pasa el día en pijama, abusando de la cocaína y el burbon, y se pasea con una pistola cargada.




'BIOPIC' MARCIANO

Asegura Cheadle haber querido «externalizar el proceso interno que todo artista atraviesa cuando sufre un bloqueo creativo, y que en el caso de Miles fue mayor porque él fue más prolífico que casi todos los demás».

Y para ello ha dirigido un 'biopic' genuinamente marciano, que desdeña estructuras narrativas clásicas y salta incesante entre pasado y presente y entre realidad y fantasía, y que convierte la vida del genio en una aventura por los bajos fondos neoyorquinos llena de persecuciones de coche, y tiroteos, y alucinógenos combates de boxeo.

«No quise que esta película retratara a Miles Davis, quería que fuera Miles Davis», añade el actor-director. «Se trataba de trasladar al medio fílmico el idioma que él dominó en el medio musical». 'Miles ahead' es, pues, el tipo de película que al propio Davis le habría gustado protagonizar en tanto que conecta con la imagen gansteril que él cultivó a lo largo de su carrera, y que le ganó el sobrenombre de 'Príncipe de las Tinieblas'.



PROXENETA Y DROGADICTO

Davis vivió azotado por los problemas físicos. Tenía una voz susurrante y carrasposa desde que en 1956 le extirparon unos pólipos en las cuerdas vocales, y a lo largo de su vida luchó contra la diabetes y la neumonía, tuvo fallos cardiacos y problemas crónicos de caderas, y se rompió ambas piernas en 1972. Y aunque superó los problemas con la heroína que lo azotaron durante los 50 -llegó a ejercer el proxenetismo para costearlos-, continuó consumiendo cocaína hasta los 80.

Sin duda esa vulnerabilidad contribuyó a forjar su personalidad atormentada y su tendencia a la crueldad y la brutalidad, especialmente con las mujeres. Su primera esposa, Frances Taylor, aseguró una vez haber temido por su vida en varias ocasiones durante el matrimonio, y a finales de los 70 otra de sus novias tuvo que ser hospitalizada a causa de un puñetazo en la mandíbula.

NARCO DE FLORIDA

Cuando reapareció en 1981, era un hombre distinto. No quedaba rastro alguno de la sombría elegancia que en el pasado derrocharon las portadas de álbumes como 'Milestones', 'Round about midnight' o 'Porgy and Bess', y a cambio ahora Davis tenía el aspecto de un narco de Florida. De hecho, encarnó a uno en un episodio de 'Corrupción en Miami'. Pero incluso de esa guisa siguió incansable una década más, explorando nuevos territorios, usando masivamente el sintetizador en discos como 'Tutu' y 'Amandla', compartiendo escenario con Prince y grabando con Scritti Politti. Mostrando un talento inigualable para escuchar el futuro y el deseo inquebrantable de sonorizarlo y, mientras tanto, otorgando identidades sonoras distintivas a la soledad, el dolor, la desesperación, el éxtasis y la rabia, y ofreciéndonos acceso privilegiado a una forma envolvente melancolía que delinea los contornos mismos del alma.