viernes, 29 de enero de 2016

MUERE PAUL KANTNER, GUITARRISTA Y FUNDADOR DE JEFFERSON AIRPLANE

Diego A. Manrique
El País, 29/01/2016

El guitarrista fue una de las cabezas visibles del movimiento 'hippy' californiano, aunque se adaptó al negocio del rock corporativo con Jefferson Starship


Paul Kantner, fundador de Jefferson Airplane, murió el jueves 28 de enero en su San Francisco natal, tras sufrir un infarto semanas antes. Kantner, de 74 años, surfeó sobre la ola psicodélica, antes de reinventarse, a mediados de los setenta, al frente de una banda más convencional, Jefferson Starship.

Para los que buscan continuidad en la epopeya del rock: el 29 de agosto de 1966, los Beatles dieron su último concierto oficial en un estadio de San Francisco. Nadie se lo imaginaba, pero entre su público estaban muchos de los protagonistas de la siguiente revolución musical: el rock psicodélico. Eran chavales como Paul Lorin Kantner, hijos de la clase media que habían pasado por la fiebre del folk antes de descubrir los instrumentos eléctricos con, precisamente, el impacto de los Beatles.

El aislamiento geográfico y cultural de San Francisco permitió la fermentación de una escena musical propia, catalizada por la efervescencia rupturista de la cercana universidad de Berkeley y la accesibilidad de LSD puro, todavía legal. El deseo de evocar los extásicos efectos de la dietilamida de ácido lisérgico, mediante luces y sonido, impulsó la emergencia del rock psicodélico.


Jefferson Airplane, el grupo fundado con Kantner con el vocalista Marty Balin, sería el primer gran fenómeno del rock sanfranciscano: puso banda sonora al Verano del Amor con Somebody to love y el himno al ácido White rabbit, ambas editadas en 1967. De la relevancia del grupo da testimonio el hecho de que tocara en los tres festivales clave de la época: Monterey, Woodstock, Altamont.

Kantner y su pareja, Grace Slick, cantante de Jefferson Airplane, formaron parte de la aristocracia del hipismo californiano. Ambos asumieron la deriva política del movimiento, despachando canciones que invitaban a la revolución. En el caso de Kantner, había un ramalazo utópico, gracias a su pasión por la ciencia ficción. Disponían de un sello propio, Grunt Records; allí daban salida a experimentos y trabajos particulares.

En 1970, montó un estelar grupo paralelo, Jefferson Starship, para grabar Blows agains the empire, donde unos rebeldes huían de la tierra en una nave espacial. El concepto del enemigo como el Imperio y las fantasías de comenzar de nuevo en otras latitudes se filtraron al magma ideológico de la contracultura; se pueden rastrear sus ecos en la saga de Star wars.

Desdichadamente, en la vida diaria, Jefferson Airplane era un campo de batalla. El grupo se fragmentó y, a partir de 1974, Kantner trasladó sus energías a Jefferson Starship. Un proyecto que fue perdiendo voluntad de exploración y transformándose en una banda que hacía canciones pensadas para las radiofórmulas. Avergonzado de tantas concesiones, el propio Kantner se largó en 1984.

Sin embargo, se hizo con el control del nombre; sus colegas tuvieron que funcionar como Starship, a secas. En 1985, Kantner intentó recuperar el aliento original en compañía de dos de sus compañeros del Airplane, el cantante Marty Balin y el bajista Jack Casidy. Como la KBC Band, sacaron un disco , pero la aventura languideció cuando Kantner viajó a Nicaragua, para conocer la revolución sandinista.

Hacia 1988 se reunió Jefferson Airplane, aprovechando el creciente tirón de la nostalgia entre los baby boomers. Grabaron al año siguiente lo que sería su último disco de estudio, una incómoda combinación de canciones con mensaje (había adaptaciones de Bertolt Brecht y del poeta nicaragüense Otto René Castillo) y piezas oportunistas, como un tema hecho a medida por miembros del grupo Toto. Nadie se lo creyó y el Aeroplano hizo mutis por el foro.

En sus últimas décadas, Kantner pagó las facturas girando bajo el nombre de Jefferson Starship. Para satisfacción personal, editó discos como la Paul Kantner Windowpane Collective, donde exploraba sus raíces musicales y su visión del rock espacial. Firme creyente en los ideales de 1967, defendió en diversos foros el uso moderado del LSD y la legalización de la marihuana.

Paul Kantner, en un actuación en San Francisco el 2 de septiembre de 2007. R

miércoles, 13 de enero de 2016

ROBERT FORSTER: "NUNCA HE SIDO MÁS POPULAR DE LO QUE SOY AHORA" (Entrevista)

Carlos Pérez de Zirza
Mondo Sonoro, 08/01/2016


El que fuera una de las dos mitades de The Go-Betweens nos visita de nuevo en unos días, el 13 de enero en Madrid (El Sol) y el 14 en Barcelona (La [2] de Apolo). La excusa es la presentación del solvente “Songs To Play” (Tapete, 2015), el sexto álbum a su nombre, y uno de los más heterodoxos de su carrera, con el que se desmarca del cariz elegíaco que predominaba en “The Evangelist” (Yep Roc, 2007), su anterior entrega, ensombrecida por el fallecimiento de quien fuera su compañero, Grant McLennan.

El intercambio de preguntas y respuestas se celebra a través del correo electrónico, y seguramente por el cansancio, el desinterés que provoca la rutina promocional o las prisas (vayan ustedes a saber), el de Brisbane responde de forma casi telegráfica, incluso directamente obviando algunas preguntas, que se quedaron sin ninguna contestación. Seguramente sus canciones, y la forma de traducirlas al escenario, expliquen bastantes más cosas acerca de un músico que ya conversó con este medio hace unos meses, justo cuando su nueva colección de canciones vio la luz.

Han pasado siete años desde la edición de tu último álbum, “The Evangelist”. ¿Por qué te ha costado tanto tiempo entregar su continuación?

Quería dejar que el tiempo pasara. En principio iban a ser cinco años, pero han acabado siendo siete. Son cosas que ocurren en la vida, sobre todo cuando tienes más de cincuenta años.

Las canciones del disco son muy directas, como si estuvieran también pensadas para ser tocadas en directo, con poco más que una guitarra acústica. ¿Buscabas esa frescura cuando las compusiste?

Así es, exactamente. Muchas de las canciones de “The Evangelist” eran muy difíciles de tocar en directo, no podía llevarlas al escenario. Y estas las escribí con la idea de tocarlas en directo.

Suena también como un trabajo muy optimista, nada que ver con el tono sombrío de “The Evangelist”…

Sí, lo es. Soy una persona optimista. El anterior álbum, con la muerte de Grant (McLennan) sobrevolando, fue difícil y especial. Y estaba pensado exactamente para ese momento.

Hay canciones como “Love Is Where It Is”, que tienen aires de bossa nova, mientras que “Disaster Motion” remite a la rítmica seca y repetitiva de The Velvet Underground. ¿Dirías que es la colección de canciones más versátil de las seis que has editado a tu nombre?

Sí, lo es, y en cierto modo remite a la época en la que comenzamos The Go-Betweens, a finales de los 70. Había mucha variedad en las canciones que escribía entonces, y me encantaban The Velvet Underground. La rueda ha girado de nuevo a aquellos tiempos.

Has grabado el álbum con Scott Bromley y Luke McDonald, músicos mucho más jóvenes que tú, procedentes de The John Steel Singers, la banda de Brisbane a la que produjiste. ¿Qué es lo que te atrajo de ellos y qué crees que aportan a tu música?

Son la clase de multiinstrumentalistas con quienes nunca había trabajado antes, y lo que me gusta de ellos es que tienen mucho talento pero también aprecian mis canciones y mi estilo, así que todo cuadra.

Este es tu primer álbum con Tapete Records, el sello en el que militan Lloyd Cole, Hurricane #1 o The Lilac Time, todos ellos artistas veteranos y con crédito, como es tu caso, aunque gozaran de más popularidad en las décadas de los 80 o de los 90. ¿Cómo entraste en contacto con ellos? ¿Fue la primera opción que barajaste para editar el disco?

Tapete son una estupenda compañía de discos, y fueron ellos los que contactaron conmigo. Debo añadir, en todo caso, que nunca he sido más popular de lo que soy ahora.



¿Dirías que, a estas alturas de tu carrera, se te puede considerar un clásico, tal y como muchos de tus seguidores te consideran?

(Sin respuesta)


En cualquier caso, ¿cómo te sientes -asumiendo que has formado parte de una banda que podría calificarse de culto- sabiendo que el legado de The Go-Betweens ha sido tremendamente influyente sobre muchas bandas por todo el mundo? ¿Crees que eso compensa de alguna manera aquella ausencia de repercusión, que supone alguna clase de justicia poética?

(Sin respuesta)

Trabajaste en la selección de canciones de la caja de The Go-Betweens, “G Stands For Go-Betweens Volume One” (Domino, 2014). Mirando hacia atrás, y aún sabiendo que las simplificaciones no sirven para mostrar la realidad en toda su complejidad -sobre todo cuando hablamos de un binomio de compositores- ¿cómo te sientes ante la visión, muy común, de que tú eras la parte más literaria, compleja e incluso sesuda del grupo, mientras que Grant ofrecía la vertiente más pop y soleada?

(Sin respuesta)

Has estado también trabajando como crítico musical en la publicación The Monthly, en Australia. ¿Cómo te sientes estando al otro lado? ¿Te resultó fácil dar tu opinión sobre el trabajo de otros colegas de profesión, y tener que evaluarles?

Sí, creo que estoy en plenitud de mis capacidades y me alegra hacer otras cosas al margen de escribir canciones, como el periodismo, producir discos o escribir libros. Es importante para mi el intentar cosas nuevas. Esa es la forma de crecer como artista.

martes, 12 de enero de 2016

Y NOS HICIMOS DEL AMERICANA

Sergio Andrés Cabello
El País, 18/06/2015


Puede que a mucha gente le sorprenda que alguien se ponga a reflexionar sobre los motivos que nos llevaron a algunas personas a acercarnos y entusiasmarnos por una etiqueta musical que se llamó americana, pero en no pocas ocasiones me he encontrado hablando y teorizando con ciertos amigos y conocidos sobre esta cuestión. El americana, esa etiqueta que se popularizó a comienzos del siglo XXI nos llevó a unos cuantos a interesarnos por una música que, hasta entonces, se encontraba sujeta a no pocos prejuicios en nuestro país, o que estaba directamente ahí y no nos dimos cuenta. Es cierto que en la mayor parte de las ocasiones, las etiquetas o marcas sirven para “vender” un producto y que la industria discográfica se ha especializado en ello. Eso tiene sus hándicaps, pero no quisiera entrar aquí en cuestiones de autenticidad y legitimidades varias, habrá artistas que se crean lo que hacen y otros que se suban a un tren para construir una carrera, o que viren hacia el mismo. Pero creo que en esta “etiqueta” nos encontramos con una alta dosis de autenticidad, y sé que vendrá gente que me dirá que no está de acuerdo.

De todas formas, hace tiempo que la etiqueta americana cayó en desuso, también es cierto. Vaya por delante que, quien esto firma, no se había interesado mucho hasta los comienzos del siglo XXI por la misma, lo que sin duda sirve para ratificar la hipótesis de los que piensen que nos guiamos por los dictados de modas o medios de comunicación, y no vamos a negar su función tampoco. Pese a quedar como “abuelo cebolleta” por adelantado, nuestras generaciones se habían ido socializando en esto del rock'n'roll de forma muy escalonada. La década de los 80 no fue muy buena en ese sentido, y sí que había esas grandes bandas y artistas que se situaban por encima del bien y del mal, de Bruce Springsteen a U2, pero mucha gente estaba refugiada en el heavy y los estertores del glam rock. El impacto de la aparición de Guns ‘N’ Roses, sin duda la banda que pudo haber marcado un antes y un después, fue como un terremoto que llevó a mucha gente a territorios desconocidos.


Pero luego llegó el grunge, otra de esas etiquetas que definieron una época y a una generación. El grunge nos ayudó a muchos a acercarnos a otras cosas. Fueron pocos años, pero de Nirvana a Pearl Jam, pasando por Soundgarden, Alice In Chains, Mudhoney, etc. Son los años en los que lo “alternativo” o “indie” se metía todo en un cajón desastre inmenso. Como el grunge no duró mucho, el siguiente paso lo dio el britpop, otra cosa curiosa y más ecléctica de lo que parecía. Pero no nos podíamos quejar mucho, el britpop junto a lo que quedaba del grunge, nos iba garantizando que sí, que nosotros éramos los “raros”, aquellos que íbamos a los bares a escuchar esas canciones que, aunque sonaban algunas de ellas en las radios comerciales (sí, algunas fueron números 1 y demás), eran minoritarias.

Con esto no quiero decir que éramos el colmo de lo alternativo ni que nos sentíamos “especiales”, a fin de cuentas tampoco teníamos muchos asideros a los que agarrarnos. Pero sí que nos creíamos el tema de la autenticidad, eso no lo vamos a negar. Sin embargo, la segunda mitad de los 90 comenzaron a diversificar todo aquello que era el rock'n'roll, atomizándose en compartimentos muy estancos. Hubo un revitalismo punk comercial a través de Green Day y Offspring, el resto quedaban muy alejados, pero tampoco duró. Y también aparecieron por allí grupos y artistas que sí que bebían de fuentes que luego darían lugar a ese americana, con elementos del country y el folk. Me estoy refiriendo a gente que tuvieron su cierto éxito comercial, como Counting Crows (en mi lista de favoritos de siempre), Sheryl Crow o los denostados Hootie & The Blowfish.

Lejos de esa comercialidad, y llegando antes de tiempo, otra gente iba marcando el camino. Los Uncle Tupelo de Jeff Tweedy y Jay Farrar y The Jayhawks de Gary Louris y Mark Olson, con sus discos imbatibles, fueron pioneros en esa década pero quedaron sepultados por todo lo anterior. Y sí, la mayoría no sabíamos quiénes eran Uncle Tupelo, The Jayhawks o los primeros Wilco. No nos engañemos.


La segunda mitad de los 90 fue también muy dura, llegábamos de lo más alto y no parecía existir una alternativa. Es imposible olvidar la posición que ocuparon gente como Limp Bizkit, Linkin Park, etc. No nos acababa de seducir aquello. Grandes grupos y artistas en horas bajas, banalización del todo lo que se había llamado como indie o alternativo, aunque para algunos siempre lo estuvo… Allí estábamos, con Internet avanzando antes de su conquista final y del hundimiento de la industria discográfica. Recuerdo la primera vez que escuché la etiqueta de marras, sería por el 2002 o el 2003, fue algo como muy paulatino. Una de las muchas paradojas de todo este proceso lo constituyó el irrenunciable Yankee Hotel Foxtrot (2002) de Wilco, precisamente una de las obras más heterodoxas de la banda que ya eran un activo evidente de lo que, luego lo supimos, era el country alternativo. Sí, en nuestro país el country para muchos era una música estereotipada con tipos con sombreros de cowboy y bailes colectivos. Y el folk, bueno, eso todavía estaba más lejos.

(Hago un paréntesis. A estas alturas estaréis pensando si nosotros no escuchábamos a Bob Dylan, a Tom Petty, dónde estaba Springsteen, etc. Tiempo al tiempo, que será otra de las paradojas que trataremos de explicar).

La cosa comenzó a crecer y, en esos años, un tipo llamado Ryan Adams ascendía también en 2002 gracias a Gold (2001) y su tema New York, New York, el famoso del vídeo de las Torres Gemelas. Adams provenía de una banda que luego también apuntaríamos como fue Whiskeytown. Así que el foco se volvió hacia esa combinación de las raíces folk y country con otros elementos del rock'n'oll. Otros pondrían la mirada en el garage, con The White Stripes como abanderados. Pero al final todo volvía a entrar en el mismo saco de lo “alternativo” o “indie”, o en otras palabras los “raros”. Y sí, todo también tenía una gran presencia mediática especializada, con portadas de revistas, artículos de periódicos, etc. Aunque el gran público estaba en otras cosas, como siempre había sido, produciéndose la ya consabida disonancia entre ambos.

Volviendo al americana, aquello comenzó a crecer, pero de forma limitada insistimos, con un Ryan Adams desbocado, que no paraba de publicar discos. Había bandas que se situaban en el mapa como Drive-By Truckers, y descubríamos a The Jayhawks, a Uncle Tupelo o a los ya mencionados.


Whiskeytown. Ahí sí que nos metimos a investigar y a buscar los orígenes de todo esto, comenzando por Gram Parsons, buceando en la discografía de Neil Young, recogiendo a Lucinda Williams, etc. Y aprovechando la ola, fueron saliendo más y más bandas y artistas. En los siguientes años, aparecieron Fleet Foxes, Band Of Horses, Dawes y una larga lista.

Más de una década después de que el americana apareciese como etiqueta, nos queda el hecho de ser una música que sigue vigente y que agarró a un nutrido de personas hacia esos ritmos y sonidos, que como señala Esteban Hernández en El fin de la clase media, pueden representar una vuelta a ciertos modos de comunidad en un mundo arrasado por la posmodernidad. Pocas músicas creo que destilan tanta autenticidad, con todo lo que puede dar lugar este debate, y es precisamente esa autenticidad la que parece atraer a mucha gente. Paradójicamente, algunos de sus signos de identidad, esas barbas, han sido copiadas por el mundo de la moda, hasta convertirse en un icono de lo hipster, aunque creo que a muchas personas que siguen esa tendencia les costaría identificar muchos grupos o canciones de esa etiqueta.

Pero la mayor paradoja del americana es que siempre había estado ahí. Estaba en Dylan, en Young, en Petty, en Springsteen, en REM, en ciertas influencias que se veían incluso en los grupos más duros. Siempre había estado ahí, sembrando ese legado que luego daría lugar a la etiqueta, lo cual puede despertar críticas acerca de lo prefabricado que es todo, de la importancia del mainstream, etc. Como todo es debatible, quedémonos con lo bueno que tuvo ese momento, el situar en el mapa a muchos conjuntos y artistas que, de otra forma, posiblemente no hubiesen tenido esa repercusión. Nos hicimos del americana y ya no lo pudimos dejar.

lunes, 11 de enero de 2016

MURIÓ LA LEYENDA DE LA MÚSICA DAVID BOWIE

BBC, 11/01/2016

[Empezamos este 2016 con una muy mala noticia. Rest in peace, David.]


El legendario músico inglés David Bowie murió en Nueva York a los 69 años, a causa del cáncer.

El fallecimiento fue confirmado por su hijo Duncan Jones a través de un comunicado difundido por las redes sociales el lunes.

"David Bowie murió hoy en paz rodeado de su familia después de una valiente batalla de 18 meses contra el cáncer", señala el comunicado.

"Mientras que muchos de ustedes compartirán esta pérdida, les pedimos que respeten la privacidad de la familia durante este momento de dolor".

En 1966, Bowie cambió su nombre. Dejó de ser David Jones.

El cantante lanzó su último álbum "Blackstar" el día de su cumpleaños, el viernes pasado.
La producción, que incluye solo siete canciones, ha sido recibido positivamente por los críticos.

"Space Oddity"

Por años, hubo muchos rumores sobre el estado de salud del cantante.

Su primer "hit" en el Reino Unido fue "Space Oddity".

Su última presentación en vivo fue en un concierto de caridad en Nueva York en 2006.
Bowie irrumpió con éxito en el mundo de la música con "The Rise and Fall of Ziggy Stardust and Spiders From Mars" de 1972.

Su última presentación en vivo fue en 2006.

Sus éxitos incluyen: "Let's Dance", "Space Oddity", "Heroes", "Under Pressure", "Rebel", "Life on Mars" y "Suffragette City".

El músico también se hizo famoso por su extravagante alter ego: Ziggy Stardust.

El actor

Bowie también incursionó en la actuación. Interpretó a un extraterrestre que buscaba ayuda para salvar a su planeta en la película de Nicolas Roeg, "The Man Who Fell to Earth" ("El hombre que cayó a la Tierra") en 1976.

Bowie también incursionó en el mundo de la actuación, no solo en el cine sino en Broadway.

En Broadway, en la década de los 80, hizo una temporada de tres meses como "The Elephant Man" ("El hombre elefante").

Bowie también participó en la última película de Marlene Dietrich, "Just a Gigolo" ("Sólo un gigolo") de 1978 e interpretó a Poncio Pilatos en "The Last Temptation of Christ" ("La última tentación de Cristo") de Martin Scorsese de 1988.

En "Labyrinth" ("Laberinto") de 1986, Bowie interpretó el papel de Jareth y Jennifer Connelly el de Sarah.

Bowie nació como David Jones en Londres el 8 de enero de 1947 pero cambió su nombre en 1966 después de que el cantante británico Davy Jones de la banda de rock The Monkees consiguiera el estrellato.

Formó parte de varias bandas antes de firmar con la compañía Mercury Records, que se encargó de lanzar su álbum "Man of Words, Man of Music" en 1969, el cual incluía "Space Oddity", su primer tema número uno en el Reino Unido.

"Desgarrador"

De acuerdo con Mark Savage, periodista especializado en música de la BBC, la noticia de este lunes es mucho más impactante si se toma en cuenta que Bowie había emergido recientemente revitalizado y fortalecido.

Sus dos últimos álbumes, "The Next Day" y "Blackstar", están entre sus mejores. El primero -explica el reportero- celebra su pasado, el segundo apuntaba hacia el futuro.

"El hecho de que no estará más es desgarrador", señaló Savage.

"Pero la carrera entera de Bowie ha sido un acto de desvanecimiento. El hijo de una mesonera y de un propietario de un club nocturno, David Jones se convirtió en David Bowie, quien se transformó en Ziggy Stardust, quien se convirtió en Aladdin Sane, quien se transformó en Thin White Duke. Todos ellos fueron ficticios. Todos ellos se volvieron íconos".

"En la década de los años 70, era incansable, revoloteaba entre estilos musicales y personas", recuerda el periodista, quien lo describe como la primera estrella posmoderna.


"Cada una de sus movidas provocaba imitadores e inspiraba subgéneros", indicó Savage.

Bowie luchó para mantenerse relevante en las décadas de los 80 y 90, pero continuó empujando los límites con el rock industrial de Outside y el bajo y la percusión que influyeron la producción de Earthling.

Su legado se mantendrá como el hombre que subvirtió y reinventó el pop una y otra vez.