martes, 17 de marzo de 2015

THE JAYHAWKS: POSTALES DEL MEDIO OESTE

Más Truenos, 13/01/2015


The Jayhawks nace en Febrero de 1985 de manos de Mark Olson (voz y guitarra acústica), Gary Louris (voz y guitarra eléctrica) y Marc Perlman (bajo). Olson, músico de amplio bagaje en Minneapolis, venía de compaginar actuaciones en solitario con su papel de bajista en la banda rockabilly Stagger Lee. Pronto es invitado a formar otra banda junto al guitarrista Marc Perlman y el batería Norm Rogers. Olson convence a Perlman de que es él quien ha de ocuparse del bajo y reclutan a un segundo guitarrista a tiempo parcial, Steve Retzler, de modo que se completa la formación con la que ofrecen el primer bolo. Entre los pocos asistentes se encuentra Louris, conocido en la ciudad por su papel de guitarrista en bandas como Schnauzer y los también rockabillys Safety Last (con ellos grabaría Struck by love en 1983 para Twin/Tone). Tras la actuación, Olson se le acerca con la intención de que este pueda recomendarle un segundo guitarrista de garantías, Louris se recomienda a sí mismo. Tras los primeros ensayos descubren que la compenetración entre ambos guitarristas es absoluta. El amor mutuo por Replacements, Dylan, Young o Gram Parsons les alimenta en unos inicios excitantes. A finales de año telonean a Alex Chilton en un club local y acaparan la atención de un tal Charlie Pine, que queda sorprendido por su aproximación al country y sus emotivas letras. Pine se convertirá en su primer manager y será con su pasta con la que financiarán la grabación del primer elepé y la creación del pequeño sello que lo alumbrará. Durante un tiempo compaginarán trabajos de día y actuaciones en las noches de Minneapolis.

La escasa repercusión obtenida hace que Norm Rogers deje su lugar en la batería a Thad Spencer, y marche en busca de mayor éxito con The Cows. Durante un tiempo los chicos se dedican a grabar demos gracias a dinero procedente de A&M Records, pero finalmente el sello pierde interés por la banda. En Octubre de 1988, Gary Louris sufre un importante accidente de tráfico, motivo por el cual deja la banda y retoma sus estudios de Arquitectura. Pese a estar ya grabando otro disco, se toman un descanso. Perlman encuentra trabajo en una editorial (la cual publicará en 1993 dos libros sobre cine bajo su firma). Tras recuperarse, Louris decide regrabar las pistas correspondientes a lo que en 1989 será su 2º álbum.



Para la gira posterior, Mark Olson recluta a una tal Karen Grotberg al teclado, tras haberla visto actuar en un bar con los Ranchtones, banda de Minneapolis. Actúan durante todo 1993, y en la Primavera de 1994 vuelven al estudio, de nuevo con George Drakoulias en los controles. Las nuevas canciones estarán listas para ver la luz en Febrero de 1995.

Blue

Para la gira que sigue al álbum, se recluta a un nuevo y definitivo batería, Tim O’reagan, natural de Kansas, que venía de trabajar con Joe Henry. Después del tour es cuando ocurre algo que marcará para siempre el destino de la banda. Mark Olson anuncia su partida para iniciar junto con su esposa Victoria Williams (aquejada de esclerosis múltiple) una carrera como The Original Harmony Ridge Creek Dippers. Juntos se mudan al desierto de Joshua Tree. La noticia supone un jarro de agua fría para unos Jayhawks en su cénit artístico. Sobrevuela la idea de la disolución. Tras un parón a fin de replantear objetivos, los miembros deciden reunirse nada más empezar 1996. En el estudio se unen a Louris, Perlman, Grotberg y O’reagan, dos nuevos componentes: el guitarrista Kraig Jarret Johnson (Golden Smog) y la violinista Jessy Greene. La banda atraviesa una fase de absoluta experimentación y las ideas fluyen a modo de brainstorming. Louris toma el mando y en Abril del 97 estará listo el 5º elepé, el oscuro Sound of Lies.



Big Star

El perseguido éxito se les sigue resistiendo (las ventas no pasan de decentes pese al respaldo unánime de la crítica). Por primera vez publican un disco sombrío, eminentemente triste, y la llamada generación “no depression” (bautizada así como antónimo al pesimismo del imperante grunge) muestra evidentes síntomas de hastío, lo cual, como se comprueba en Sound of Lies no repercute en su olfato compositor. Louris se ha referido a él en más de una ocasión como su disco más personal, y la ausencia de Olson es más que patente en sus textos. Unos renovados y enérgicos Jayhawks pasarán el resto del 97 y gran parte de 1998 en la carretera.

En diciembre, Karen Grotberg deja la banda debido a su maternidad, pero seguirá vinculada al grupo durante las sesiones de grabación del próximo disco. 




I’m Gonna Make You Love Me

Los Jayhwaks dedican gran parte del bienio 00/01 a promocionar Smile a lo largo de los States, el Reino Unido y, por 1ª vez, España (a su apasionado público español acabarán dedicándole agradecidos “Fools on Parade“, canción incluida en la edición doble con que se lanza su próximo álbum). En Julio de 2001 Kraig Johnson deja la banda y es reemplazado por Stephen McCarthy (este acompañará a la banda como guitarrista de directo toda la gira), y a finales de año es Jen Gunderman quien deja vacante el puesto de organista y corista.

En 2002 la banda gira como trío en formato acústico (Louris, Perlman y O’reagan) a la vez que registran su siguiente disco, producido por Ethan Johns.

Simultáneamente y tras un acercamiento paulatino sorprende la colaboración de Louris en la canción “Say You’ll be Mine”, perteneciente a December’s Child, disco de Mark Olson de 2002. La pareja ofrece una serie de conciertos acústicos que suponen su primer reencuentro en años.

The eyes of Sarahjane

Tras la gira correspondiente, Gary anuncia la disolución de la banda, noticia que supone un jarro de agua fría a sus miles de fans. Es momento de proyectos en solitario y nuevas reapariciones de Louris y Olson en comandita revisitando repertorios pasados.

Tras una serie de deliveraciones tiene lugar la esperada reunión, que se formaliza con la presencia de, además de Olson y Louris, Marc Perlman, Tim O’reagan y Karen Grotberg. Formación que se remonta a la gira del lejano y glorioso Tomorrow The Green Grass. La reaparición se presenta como una ocasión excepcional pero pronto empiezan a cerrar nuevas fechas.

Su actuación del Azkena vitoriano se limita al repertorio de la época Olson, es decir, básicamente Hollywood Town Hall y Tomorrow the Green Grass. ¡Casi Nada! Los asistentes hablan de una actuación inolvidable de una banda emocionante y emocionada.



En Febrero de 2009 aparece Ready For the Flood, firmado por Olson & Louris (del que hablaremos en la 2ª parte de este reportaje) que está de sobra a la altura de las expectativas generadas. Y ese mismo año, para coronar el comeback por todo lo alto, llega Music from North Country (2009, American Rds./Legacy), antología que recoge lo mejor de su carrera y se acompaña de un 2º cedé con material raro.

Tras las exitosas apariciones en directo (inolvidable para esta casa su presencia en Territorios Sevilla), los músicos vuelven a los States para escribir material nuevo. De un lado el apartamento de Louris en Minneapolis y del otro la cabaña de Olson en Joshua Tree, al norte de Minnesotta, sirven de sedes provisionales donde moldear unas canciones que pretenden estar a la altura de su legado.

Hide Your Colors

Jayhawks se embarcan en una maratoniana gira que acabará desembocando en nuevas desavenencias entre los colíderes. Definitivamente, Olson se baja de la tripulación para continuar con su carrera en solitario y el resto de los chicos retomarán el viaje en 2014 con gasolina nueva. En la furgo: Louris, Perlman, Grotberg, O’Reagan, además de Kraig Johnson y, ocasionalmente, Jessy Greene con su violín. ¿La excusa para una nueva temporada en la carretera? Pues reinterpretar y reivindicar en directo los recientemente remasterizados discos de la primera post-Olson era: los gloriosos Sound of Lies, Smile y Rainy Day Music.

Es difícil precisar los motivos por los que Jayhawks son tan queridos en nuestro país. Ellos lo saben bien desde su primera vez en Madrid en febrero 2001, tanto que antes de que acabara aquél año ya habían cerrado otras 9 fechas para otoño. El flechazo fue tal, que el propio Louris acabaría haciendo de El Puerto de Santa María su segunda residencia. Nuesto país jugó además un papel determinante para que se concretara la vuelta junto a su colider Mark Olson en la edición del Azkena Rock vitoriano de 2009. Este idilio se prolonga hasta este feliz 2015 en el que emprenden una nueva gira con no pocas fechas.

/.../

lunes, 16 de marzo de 2015

KING TUFF. "KING TUFF" (2012). Noise pop de alto octanaje

Tras permanecer en barbecho la pasada década, el noise-pop, cuyo cénit creativo tuvo lugar durante los 90, vuelve revitalizado de la mano de gente como King Tuff. King Tuff es el nombre tras el cual se parapeta un tipo melenudo natural de Vermont, EE.UU., que responde al nombre de Kyle Thomas, y su banda. Thomas además está muy bien relacionado en el mundillo alternativo a través del sello Sub Pop, que es quién le edita los discos, y ha colaborado nada menos que con J. Mascis de Dinosaur Jr., una de las bandas seminales del género en los 90. Ahí es nada.


El disco que he elegido para comentar es el segundo de la banda, que es un disco autotitulado del año 2012. Y lo he elegido porque creo que la mezcla entre melodía y distorsión es la perfecta. El comienzo del LP no puede ser más prometedor: un trallazo de garaje-pop que pilla al oyente desprevenido. Los crudos acordes de guitarra a lo White Stripes casan a la perfección con una suerte riffs estratosféricos a lo Television o a lo True West. Como reza su título, "Anthem", es todo un himno garajero de alto octanaje. Para recuperarnos del embate de la Gibson SG de Thomas se nos ofrece una jovial pieza de power pop de aire algo ramoniano titulada sin rodeo alguno "Alone & Stone". La vena powerpopera y pegadiza se prolonga con "Keep On Movin'" que tiene un contagioso aire nuevaolero. Y en estas que llega una joya de delicado pop, "Unusual World", en que la distorsión calla para dar paso a los teclados, las acústicas y las panderetas.

Pero lo mejor está aún por llegar. Y me refiero a "Bad Thing", probablemente la cima del LP, un tema en el que la deuda con Dinosaur Jr., con Sebadoh y el mejor noise-pop de los 90 es innegable. Hacía mucho que no escuchaba un bombazo tan pleno de melodía y de distorsión. Y además el tema tiene un divertido video-clip en el que se rinde homenaje al terror de serie B. Sencillamente genial. Pero ahí no acaba la cosa. Le sigue otra joya llamada "Losers Wall"; ésta es algo más lenta y tiene un aire chulesco y callejero a lo New York Dolls o The Stooges (no por causalidad la voz de Thomas se parece a la de Iggy Pop en su mejor época). Y qué decir de ese fuzztone rompe tímpanos. Sublime.



El resto de temas no llega a brillar tanto como estas dos últimas composiciones pero aún así hay cosas muy interesantes. Por ejemplo, ese "Baby Just Break" con su aire psychobilly y western que recuerda a los Cramps y, sobre todo, a los grandísimos Gun Club (esos punteos incandescentes parecen salidos de los dedos del mismo Kid Congo Powers). O esa otra joya de pop meloso y pegadizo llamada "Swamp Of Love". Vuelven la distorsión al servicio de las buenas canciones. Ya era hora.


miércoles, 11 de marzo de 2015

EL ROCK MEXICANO DE LOS 70

Enrique Blanc
Zona de Obras, 22/02/2015

Dug Dugs



El rock mexicano vivió sus días más áridos durante la década de los setenta. Si bien los antecedentes de dicho movimiento auguraban, a finales de los sesenta, el desarrollo de una escena que podía dar cabida a distintas expresiones –balada rock, rock cantado en español y en inglés–, desde el arranque de los extraños setenta, el género empezó a perder terreno frente a otras expresiones musicales y estuvo a punto de encarar su extinción. A continuación un informe de Enrique Blanc publicado en el Especial 70 de ZdeO editado en 1999.

ANTECEDENTES

En la segunda mitad de los 60, los grupos pioneros del rock mexicano habían pasado a un segundo plano debido a varias situaciones. Por principio, los vocalistas de varios de ellos vivían mejores momentos como solistas, dejando atrás el sonido eléctrico que los había hecho populares para arrimarse a un sonido orquestal que poco tenía que ver con el rock. Johnny Laboriel salió de Los Rebeldes del Rock, Enrique Guzmán de Los Teen Tops, César Costa de Los Camisas Negras –anteriormente, Black Jeans–, Luis «Vivi» Hernández de Los Crazy Boys y Manolo Muñoz de Los Gibson Boys. Pero eso no era todo.

Del norte del país llegó una avanzada de grupos que dada su proximidad con las bandas californianas y tejanas, sus integrantes mostraban un mayor desarrollo como instrumentistas. Fueron grupos como Los Rockin’ Devils, Los Yaki de Benny Ibarra y los Tijuana TJ’s de Javier Bátiz –donde incluso pasó fugazmente Carlos Santana en su odisea hacia San Francisco– entre otros, los que terminaron por sepultar a los inocentes conjuntos de la ciudad de México que se quedaban fuera de época ante la inminencia de la llegada de la era hippie y la psicodelia.

La represión contra la juventud universitaria que tuvo su clímax con la llamada «Matanza de Tlatelolco», evidentemente tuvo repercusión entre los adeptos del rock que para entonces, eran blanco de persecuciones policiales.

El rock se asociaba a una juventud desordenada y conflictiva, así como con la penetración de ideas extranjeras que irritaban a un gobierno conservador y a una prensa amarillista, que con un mismo temor infundado, reprobaba a los seguidores de dicho estilo musical con mayor saña que en los no muy lejanos días en que Elvis había sido señalado enemigo del establishment mexicano.



AVÁNDARO

Pero el rock era un virus contagioso que para el arranque de los 70 ya se había regado en los inconformistas jóvenes mexicanos. Ante la represión física, la respuesta estaba en la oposición ideológica, y el estandarte de ésta era la fe en la cultura rock, una cultura que abría una infranqueable brecha generacional.

Esa solidaridad silenciosa hizo del Festival de Avándaro, el mayor suceso social de la década y a su vez, el presagio de que ningún gobierno iba a  entender, ni mucho menos a permitir la existencia de un lenguaje que  convocara con tal fuerza a los jóvenes. El Festival Rock y Ruedas de Avándaro, que promocionaba originalmente una carrera de coches que nunca se realizó, se llevó a cabo el 11 de septiembre de 1971 en un claro de Valle de Bravo, cerca de la capital mexicana, y fue el suceso que marcaría el derrotero que el rock mexicano acató los siguientes quince años. Su persecución y la exageración manipulada de las informaciones que sobre éste se dieron condenaron al rock a refugiarse en la clandestinidad y por ende, a sufrir un alto en su desarrollo.

El concepto de este festival multitudinario obviamente provenía del impacto que Woodstock había conseguido entre los adeptos al rock alrededor del mundo. No obstante, nadie previó que en México, Avándaro lograra tal repercusión. Para ser breves, diremos que los organizadores, que para entonces habían convocado una cartel con trece bandas: Los Dug Dugs, El Ritual, Tequila, Peace And Love, Bandido, El Amor, Love Army, Tinta Blanca, La Tribu, Los Yaki, División del Norte, Epílogo y el grupo que marcaría los años por venir: Three Souls In My Mind, esperaban que el evento trajera  unos cinco mil asistentes, pero la afluencia final se estima en los 150.000. El resultado: una auténtica bacanal de ruido y psicodelia que por lo mismo, provocó en los periódicos los más exagerados comentarios.
Ovaciones incluso llegó a publicar que el concierto al aire libre había logrado en su numeralia los siguientes datos: «5 muertos, 500 lesionados y 1.500 intoxicados», concluyendo en el mismo tono amarillista: «Drogas, sangre y sexo en el festival de rock».

Tinta Blanca

Uno de los pocos medios que comentaron Avándaro con objetividad fue la entonces naciente revista Piedra Rodante, el primer intento en la historia de retomar el estilo periodístico y el diseño de la prestigiosa revista estadounidense Rolling Stone, para publicarla en español. Los escasos ejemplares que salieron de dicho intento, terminaron en el silencio luego de la profusa publicación que se hizo de Avándaro. Una más de las víctimas que tuvo a mano la persecución del rock que sobrevino inmediatamente después del controvertido «Woodstock mexicano».




EL HOYO FONQUI

Con una marca en la frente, el rock en México comenzó a dar pasos en falso a medida que los 70 avanzaban acompañados de las modas que se impondrían en el mercado de la música internacional: rock psicodélico en sus inicios, pop intrascendente más adelante y música disco en su final. De 1972 a digamos 1979, poco se hizo en dicho género en el país. Tanto la televisión como la radio y obviamente las discográficas, cerraron bruscamente sus puertas al rock, que encontró en los denominados «hoyos fonqui», su única manera de subsistir. Y solamente algunos grupos como los Dug Dugs y La Revolución de Emiliano Zapata, lograron salvarse de la maldición que se vivió en aquellos años.

El cierre de Three Souls In My Mind en Avándaro fue simbólico. De hecho fue su cantante, Alejandro Lora, quien posteriormente, a mitad de los 80, decidió desbandar al grupo para formar El Tri, sin duda el rockero más longevo y prolífico de México, se convertiría en el representante del «hoyo» que no era otra cosa que un sitio improvisado donde se llevaban a cabo conciertos, por lo general a muy bajo precio y donde la mayoría de los asistentes eran de clase trabajadora que tenían en el aguardiente, el tequila más barato, la mota y el resistol 5000, sus venenos favoritos. Son estos años los que en cierta medida forjan la trayectoria de Lora, quien escribe canciones desde esa perspectiva, desde la esquina de un chavo marginado y perseguido que encuentra en el rock un medio de expresión y de denuncia ante su desfavorecida situación social. Algunos de los grupos que subsisten en aquellos años de la misma manera que el Three Souls In My Mind son Enigma, comandados por Sergio Acuario –luego convertido en el ensayista y escritor Sergio González Rodríguez–, Náhuatl, Zigzag, Decibel, Toncho Pilatos y un joven Guillermo Briseño, de quien puede decirse que es junto a Lora, otro de los eslabones que unen a la generación de rockeros de los 70 con aquellos que aparecerían a mitad de los 80 y que le darían un nuevo auge al rock en México.

LA «CAPITAL DEL ROCK»

Quizás por encontrarse en el interior del país, menos vigilada que la capital, la ciudad de Guadalajara fue semillero de grupos de rock durante los setenta. Pero a diferencia de los contestatarios chilangos que usaban dicho estilo musical como un instrumento de denuncia, los tapatíos seguían muy de cerca los intereses de los rockeros estadounidenses o ingleses que en ese entonces tenían al virtuosismo instrumental como una de sus prioridades. En ese sentido, la generación de grupos de rock surgida en Guadalajara en los primeros años de los 70, fue lo más interesante que nos aconteció en esos términos al país. Grupos como 39.4, La Fachada de Piedra, pero sobre todo La Revolución de Emiliano Zapata, hicieron muy buena música que incluso logró tener impacto a nivel internacional, como es el caso de canciones como Nasty Sex y Ciudad perdida, de «La Revo» que lograron colarse con éxito considerable en la radio nacional, sonaron en países como Estados Unidos, Alemania en algunos de América Latina, ganándose la oportunidad de editar un disco.



Fue precisamente La Revolución, que presentaba a un guitarrista de lujo: Javier Martín del Campo, el grupo que pudo evolucionar musicalmente y que planteó nuevos caminos para el rock en México, pero que en su afán por parecer extranjeros, le robó la personalidad que éste había ya ganado en años anteriores, aunque cambalacheó su ingenuidad por una nueva malicia mucho más verosímil e interesante líricamente. Su transformación en 1976 en grupo de cumbia, es elocuente acerca de lo complicado que fue para un grupo de rock sobrevivir en el México de entonces.

Mención especial merece también Toncho Pilatos (Alfredo Guerrero Sánchez), cabeza del quinteto del mismo nombre. Un loco que instintivamente combinó elementos del folclore mexicano con el rock, adelantándose a su tiempo, y que indistintamente cantaba y componía en español e inglés. Falleció en 1993 de cirrosis hepática.

Sin embargo, en el contexto del rock mundial, los 70 fueron años en que grandes grupos asaltaron la escena: Credence Clearwater Revival, The Doors, el mismo Hendrix, el Dylan más luminoso, el Bowie menos conformista, Led Zeppelin, y un Lennon y un McCartney haciendo cosas por su lado. Poco tenían para competir los rockeros aztecas más encumbrados frente al desarrollo que tenían los consagrados, los mismos que copaban los espacios radiofónicos y las estanterías de las tiendas de discos.


LA LITERATURA DE LA ONDA

Lo más interesante del contagio del rock en México durante los 70, más que vivirse de lleno en la música, subsistió en la literatura, concretamente en un movimiento conocido como «literatura de la onda» que conformaron escritores como José Agustín, Gustavo Sainz, Juan Tovar y el descarrilado Parménides García Saldaña cuyos excesos lo llevarían a una muerte prematura.

En sus libros, la obsesión por el rock es rasgo distintivo de sus personajes, por lo general jóvenes de clase media que corren aventuras en una ciudad de México que empieza a trazar los síntomas de una urbe al filo del caos de fin de siglo. En los setenta, Agustín ya había publicado novelas como La tumba y De perfil.

1970 es el año en que Parménides, narrador muy cercano a Lora, saca a la luz su colección de relatos El rey criollo, medular en el entendimiento de la apropiación clandestina que el joven mexicano hacía de la estética rocanrolera. En el libro, el escritor antecede a cada uno de sus relatos traducciones al español de varias letras de los Rolling Stones. Más tarde aparecerían En la ruta de la onda (1972), también de Parménides, y Las jiras (1973), de Federico Arana. En otras palabras, el rock en México durante gran parte de los años 70 fue una experiencia visceral de los sectores más desprovistos del país, observada con romanticismo por algunos jóvenes de clase media que oponían a un intelectualismo repetitivo y solemne, su incondicional militancia a la música eléctrica.

EL DECLIVE DE LA DÉCADA

El hecho de que Mr. Loco, un grupo que llevaba en sus filas algunos ex miembros de Los Locos del Ritmo hubiera ganado el Festival de Música Pop en Japón con su canción Lucky Man, hizo creer que pronto vendría un resurgimiento del rock en el país. Pero nada sucedió. El grupo se tiró a girar fuera de México y a su regreso se topó con la misma realidad de antes: un país donde la chabacana balada pop dominaba todo y donde el rock volvía a pegarse al prejuicio de que solamente podía respirar si se cantaba en inglés.



Había un problema más en lo que a la permisión del rock en el país por parte de las autoridades se refiere: los mexicanos adolecían de cultura para enfrentarse a espectáculos masivos relacionados con la música. Condición que fue causante de que tanto la visita de Chicago al Auditorio Nacional en 1976, terminara en un motín. Y que el segundo de los dos conciertos que dio Joe Cocker en el Toreo en 1978, solamente pudo durar cuarenta minutos.

Pretextos suficientes para debatir sobre el tema y continuar obstaculizando el paso de dicho estilo musical que en otros países como Argentina se daba de manera natural.

UNA NUEVA GENERACIÓN

Finalmente la empecinada supervivencia del rock en México consiguió nuevos frutos a finales de la dácada de los 70, cuando aparecieron bandas y personajes que serían protagonistas de la escena mexicana. Es un momento en el que las clases medias comienzan a involucrarse, desde su perspectiva, llamando la atención de algunos empresarios que fundan disqueras independientes para firmar bandas e intentar colarlas en el prejuicioso mundillo musical.

Este es el año en que aparecen cantautores como Rafael Catana, responsable de iniciar una corriente de rock urbano electroacústico que pronto va a generar un movimiento conocido como «los rupestres». Sombrero Verde –que con los años se convertiría en Maná–, es una de las nuevas agrupaciones provenientes de Guadalajara, igual que Kenny y Los Eléctricos. Aparecen agrupaciones mucho más ambiciosas y solventes musicalmente como los tecnificados Chac Mool, de donde surge Jorge Reyes. Mientras aún sobreviven los Dug Dugs, arquetipos de la era hippie en México, quienes por cierto abren a Deep Purple en su visita al país, y ya aparecen propuestas más frescas como la de Dangerous Rhythm, el proyecto de Piro, posteriormente en Ritmo Peligroso; visionarios como Paco Gruexxo quien de nuevo escribe letras en español; metaleros como Cristal y Acero, y seguidores del punk como Rebel D’ Punk.

El rock mexicano está cerca de una nueva era, pero su popularidad no llegará sino hasta la segunda mitad de los 80, cuando las generaciones más que oponer ideas, empezaron a confiar en el trabajo de sus predecesores, y a sentir una solidaridad con los grupos de otros países que también experimentaban con el rock cantado en castellano.

Ser «rocanrolero mexicano» a lo largo y ancho de los 70 fue generalmente una causa perdida que se atrevieron a asumir a fondo pocos músicos en el país.

domingo, 8 de marzo de 2015

'LOVE LOVE LOVE LOVE LOVE', PRIMERA CANCIÓN DE VIOLENT FEMMES EN 15 AÑOS

Hipersónica, 05/03/2015



Quince añitos han pasado desde aquel Freak Magnet, último disco hasta la fecha de Violent Femmes y desde entonces sólo hemos tenido contadas noticias de ellos, como historias de denuncias por derechos de autor o versiones del ‘Crazy‘ de Gnarls Barkley o la sintonía de Bob Esponja. Así hasta que Gordon Gano y compañía han dado la sorpresa anunciando la salida de un EP llamado Happy New Year para el Record Store Day de este año. Ya podemos escuchar una de las cuatro canciones que lo compondrán, llamada 'Love Love Love Love Love', que sin deslumbrar encaja perfectamente en la conocida línea del grupo.


Según confirma el grupo, Happy New Year saldrá a la venta el próximo 18 de abril. Parece que además se embarcarán en una gira por Estados Unidos junto a Barenaked Ladies el próximo mes de junio.