lunes, 28 de julio de 2014

DEAD BOYS, PUNK EFÍMERO Y SANGRIENTO

Álvaro Corazón Rural
Jot Down, diciembre 2013


El reciclado de algunas estrellas del punk neoyorquino de los setenta es tan sorprendente como la oleada musical que abanderaron. Walter Lure, el guitarrista de los Heartbreakers de Johnny Thunders, es agente de bolsa en Wall Street. Andy Shernoff, bajista y compositor de los Dictators, sumiller. Una vez estuve en casa de este último en Nueva York y medio salón era toda una enoteca. Recuerdo que abrió un par de blancos alemanes. Trasegando, le pregunté por los recuerdos de aquel año, el mítico 1977, y agitando el copón como el profesional del mundo del vino que es, dio un trago, saboreó el producto y dijo despacio: «En el CBGB´s, los Dead Boys empezando a tocar “Sonic Reducer”…». Volvía a paladear el vino. Silencio. Tatareaba el riff, cerraba los ojos…

Yo no sabría decir cuál fue el grupo más importante de aquella generación, ni el mayor hito de la legendaria agenda de conciertos de aquel club ese verano, pero sí que es cierto que «Sonic Reducer» es algo mayestático, cochambre mayestática, pero que detiene el tiempo. A día de hoy, nada ha envejecido en el sonido ni en la puesta en escena. El cantante, Stiv Bators, es un gusano. El guitarrista, Cheetah Chrome, un neandertal. Es sencillamente perfecto.




Ante la duda eterna adolescente de que quien no vive como piensa termina pensando como vive, ni los Dead Boys ni muchos de sus compañeros de generación tenían mucho que aportar, básicamente porque ellos enunciaban la máxima con el verbo morir. Ni siquiera querían tocar, lo suyo sobre el escenario era hacer no-música. Y nada de interpretar, parodiar. El resultado fue desigual, como en casi todas aquellas atropelladas carreras, pero único en su especie. Stiv era de sensibilidad pop y Cheetah quería rockear. Resolvieron el litigio con un punto en común: tocarlo todo muy alto, muy rápido, muy intenso. Que era también su filosofía de vida. Había que vivir con velocidad y muy ridículamente.

Al contrario que muchos de los primeros punks de los setenta, no eran artistas, venían de barrios y familias difíciles, por no ser no eran ni de Nueva York. Los Dead Boys venían de Cleveland. Allí Stiv Bators se introdujo en el circuito musical de la mano de Frank Secich, de Blue Ash, uno más de esos grupos bajo la etiqueta de power pop, que como Badfinger, Big Star o Raspberries no llegaron a arrasar en los setenta, pero que son recordados con verdadera devoción. En una deliciosa entrevista en Fantail hace un mes, Secich relató cómo fueron aquellos inicios y lo tocado del ala que estaba ya Stiv desde el primer día que se puso delante del público.

En los sesenta, tuve la fortuna, o la mala suerte, de ser la primera persona en subir a Stiv a un escenario (…) Yo estaba al bajo y mi loco amigo Stiv a la voz y a la armónica, solo que no tenía armónica, pero ahuecaba sus manos y conseguía hacer sonidos de armónica que eran increíbles. Hicimos versiones de los Stones y de los Yardbirds y comenzamos bastante bien. Pero entonces Stiv sacó un bote de nata montada y empezó a agitarlo por la entrepierna. El público comenzó a enloquecer, así que se fue hasta el borde del escenario y disparó la nata sobre ellos. Después arrojó el pié de micro al aire, golpeándose en la cabeza y provocándose un corte profundo. El público se volvió loco, pero él estaba realmente herido. Después del concierto, tuve que llevarle al hospital para que le suturasen. Este fue el principio de la carrera de Stiv.

Su primer grupo después ese debut esplendoroso fue Mother Goose. Su objetivo: «cachondearse de los músicos de aquella época que pretendían tocar muy bien». Ya sabemos cómo es esto. En España te metes con la religión y te puede ir mal, pero si te burlas de los músicos virtuosos sus fans se defienden como vírgenes que ven entrar a un grupo de estibadores portuarios borrachos en su tetería de cabecera. No sé qué razones psicopatológicas conducen a estos extremos, pero entonces, en el apogeo de Pink Floyd, no era diferente.

En el Ruta 66 de septiembre de 1987 el propio Stiv enumeró todos los percances que cosecharon al inicio de su andadura: les echaron de treinta y seis clubs y quince fiestas de instituto de Ohio y Pennsylvania. En el grupo, un guitarrista iba pintado de verde con los ojos maquillados de rojo, el bajista iba de azul, el batería mitad de blanco y mitad de negro y Stiv de color plata con unos rockys, unas botas hasta las rodillas y un collar de perro con una cadena que le tenía atado a la batería. Los roadies, de paso, vestidos de nazis y listos para pegarse con cualquiera. Lo único que podía compararse a ese engendro por aquel entonces era Alice Cooper. No en vano, todas las influencias que citaban los Dead Boys venían de Detroit: MC5, Iggy and the Stooges…

Cuenta la leyenda que Stiv fue el tío del público que le entregó a Iggy la mantequilla de cacahuete en el famoso concierto del Cincinnati Pop Festival de 1970. Legs McNeil, editor de la revista Punk! en los setenta y uno de los primeros ídem de Nueva York, en su biblia sobre el punk Por favor, mátame dice que igual era mentira que fuera Stiv el que le diera el tarro de mantequilla a Iggy en aquella bendita actuación, pero que en caso de serlo «era una mentira fantástica». Las escenas de ese concierto con Iggy puesto de ácido tirando la mantequilla hacia arriba son el punto más bajo y el más alto al mismo tiempo que ha alcanzado la sociedad occidental. Para esto se ganaron dos guerras mundiales, señores.



Más adelante, Stiv se mudaría a Cleveland. Vivía en su coche, no tenía dinero para un apartamento. Pero pronto reunió a los Dead Boys con un método involuntario muy distinto al típico anuncio de una revista. A Jimmy Zero lo conoció intentando ligarse a su novia, se terminaron haciendo amigos después de que casi le parte la cara. Luego él y Jimmy intentaron ligar con otras dos tías y se dieron de hostias con sus novios, que a la sazón eran Johnny Blitz y Cheetah Chrome. De aquella somanta de palos surgió también una bonita amistad que terminó dando forma al grupo.

Antes de disolverse, Stiv cantó unas cuantas veces con nosotros. Dejó todo el equipo hecho una mierda y se meó en dos tías del público.

Al principio no se llamaron Dead Boys. Se vistieron de mujeres, como los New York Dolls y se denominaron Frankenstein para un bolo en la noche de Halloween. Los primeros pasos de este grupo también fueron prometedores. En palabras de Stiv:

En nuestro segundo concierto como Frankenstein, en Cleveland, Cheetah le partió los morros al cantante del grupo que teloneábamos. Luego nos peleamos con los gorilas del club y, al día siguiente, Blitz le prendió fuego al local, aunque nadie pudo probarlo. Pero después de aquello, nos fue imposible encontrar trabajo en Cleveland durante seis meses.

El mensajero de la buena nueva llegó en 1976 a Cleveland. Johnny Thunders con unos teloneros también ataviados putapénicamente como Frankenstein, aunque, ellos sí que consiguieron poco después llevárselo crudo, los Kiss. El caso es que Stiv hizo amistad con Thunders lo que le sirvió como carta de presentación en Nueva York. En Manhattan conoció a los Ramones, que le llevaron directamente a Hilly Kristal (el barbudo que presenta al grupo en el vídeo que tienen ahí arriba) para que pudieran apalabrar unos bolos en el CBGB´s. Ahí mismo, in situ, cuando le preguntaron cómo se llamaba el grupo, Stiv se inventó otro nombre sobre la marcha, Dead Boys. Cuenta el cantante que luego sus compañeros cuando vieron los anuncios del concierto en el periódico fliparon con ese nombre. ¿Qué nombre más guapo, quién serán? —Ah, mira, somos nosotros, había olvidado deciros…

Seguían viviendo en Cleveland y cada vez iban más a Nueva York a tocar en el CBGB´s. «Robaba un coche, alquilábamos un tráiler y chupábamos gasolina del depósito de otros coches, así es como viajábamos», contó Stiv. Hasta que forzosamente se tuvieron que quedar a vivir en Manhattan. No por los conciertos, sino porque les robaron el coche y no tenían dinero para volver. Por esas fechas surge un contrato con Sire y se prepara la grabación del primer disco.



Hasta entonces las vivencias del grupo se cuentan por locuras. Stiv cogió la costumbre de salirse al capó del coche cuando iban a 100 por hora y enseñar el culo. «Era su gran momento», contó su primer manager, James Sliman. Lo hizo frente a los Ramones, frente a Cheap Trick… y sobre el escenario las payasadas tampoco desmerecían la conducción temeraria. Stiv se cortaba el pecho con una botella rota, en una ocasión una camarera del CBGB’s le hizo una mamada. Este es uno de esos pasajes memorables de Por favor, mátame:

Genya Ravan: Fui yo quien instigó a Stiv a que le hicieran una mamada en el escenario (…) Creo que John Cale estaba por allí y estábamos bebiendo como cosacos. Los Dead Boys tenían la canción «Caugh you with the meat in your mouth». Le dije a la camarera, cuando toquen esta canción, súbete al escenario, arrodíllate, bájale la cremallera a Stiv y úntale la polla con nata (…) Los Dead Boys empezaron a tocar la canción y, como Stiv siempre se tocaba el paquete, la polla siempre estaba a punto de salírsele (…).

Bebe Bluell: No sé quién era la chica, porque solo la vi de espaldas, pero a Stiv le estaban haciendo una mamada allí mismo. Y luego se ahorcó. Pasó el cinturón por encima de la tubería de la calefacción y se colgó. Por supuesto, sobrevivió. Aquello no me gustó nada, y me fui, pero no podía dejar de pensar en Stiv (…) siento atracción por las ratas y las comadrejas. No sé cómo puede ser tan guapo, pero lo es.

Genya Ravan: La camarera no hizo correrse a Stiv, porque el tío tenía que cantar. Yo no quería que desafinase, y le dije a la chica que no llegara hasta el final. Pobre chico.

Esta Genya Ravan era una cantante y fue también la encargada de producir el primer disco, Young, Loud and Snotty. Hubo un pequeño problema. Ella y su familia judía habían huido de Polonia durante la II Guerra Mundial. Su padre había estado en un campo de concentración. Dice que recuerda cómo mordió la mano de su madre cuando le tapaba la boca para que no la oyeran los soldados mientras escapaban. Así que cuando el grupo entró al estudio se llevó una sorpresa. Iban cargados de esvásticas por todas partes. Les hizo quitárselas todas si querían trabajar con ella.

El nazismo fue un recurso estético bastante habitual en los primeros años del punk rock. Estaba Dee Dee Ramone, que había crecido en Alemania, su padre era soldado, y salía a jugar al campo buscando metralletas oxidadas, cascos, insignias y otros vestigios que por esas fechas había a montones en los alrededores de Berlín. Sentía fascinación por los restos de esas batallas. Y en otros casos, como el de Arturo Vega, el artista amigo de los Ramones que diseñó portadas y su celebérrimo logo multiventas ahora en el H&M, era una cuestión artística. Uno de sus cuadros más famosos eran unas cruces gamadas fosforitas.



Cuantas más esvásticas pintaba, más pensaba en ellas, y más potentes me parecían, y más artísticas. Los colores fluorescentes no parecen muy naturales, aunque existan en la naturaleza. (…) Y cuando mezclas el nazismo con los colores fluorescentes, la locura humana se incrementa todavía más. Siempre he pensado que la única manera de conquistar el mal es haciéndole el amor. Tienes que comprenderlo. Pero también me gusta la manera como la gente reacciona ante mis esvásticas. La gente alucina. Esos cuadros son como un detector de nazis. Si eres un nazi de armario, se nota enseguida, porque los que se ofenden son los que tienen algo que ocultar. Por eso esos cuadros son tan bonitos, te desenmascaran.

En el caso de los Dead Boys no era ni una cosa ni otra, sencillamente, se trataba de una gamberrada. Iban regalando medallas nazis a sus amigos para nombrarlos «Dead Boys honorarios», las llevaban en la guitarra, en la chupa. A Eileen Polk, una fotógrafa de las primeras punks de la ciudad, que solía salir de marcha con un látigo, la conocieron, se la llevaron a casa y le afeitaron una esvástica en el vello púbico. Pero la gracia del asunto pronto se convirtió en tragedia.

La grabación del primer disco duró dos días y medio en los Electric Ladyland. Era la primera experiencia de Genya Ravan en la mesa y el resultado fue un poco artificioso, no captaba la crudeza del sonido del grupo en directo y estaba lleno de efectos. De hecho, en 1988, se lanzaron otras mezclas, las del ingeniero Bob Clearmountain, llamadas Younger, Louder and Snottier (The Rough Mixes) con un sonido mucho más crudo y desagradable, más acorde al espíritu del grupo. Un espíritu que, por cierto, no cuajó en Inglatera. Allí fueron, contó Jaime Gonzalo en el Ruta, de la mano de los Damned, se los comieron en un show «devastador», pero como andaban en la misma línea que los Sex Pistols fueron considerados una mera imitación por los pinchaúvas de la prensa británica.

Para el segundo LP, y precisamente por ese aludido «espíritu» del grupo, se los llevaron a Miami a grabar porque se veía que en Nueva York no iban a dar pie con bolo de los ciegos que se estaban pillando. Cheetah, por ejemplo, era íntimo de John Spacely, caballero que iba con un parche como el de Intereconomía porque un travesti le había sacado un ojo de un cadenazo, y que diez años después protagonizó el escalofriante documental de Lech Kowalski, Story of a Junkie, en el que hacía de cicerone por lo más oscuro y lúgubre del Nueva York ochentero. Sin embargo, en Florida no es que faltase alcohol precisamente y la grabación fue aún más lamentable que la primera. Y no solo por el desfase, también por el productor. Otra vez.

Felix Pappalardi había sido el bajista de Mountain. Aunque su grupo metiese en su día bastante ruido, según cuenta Cheetah, nunca entendió el concepto al que querían llegar los Dead Boys. El resultado es un disco bastante plano, falto de fuelle, con grandes canciones, pero sin punch. Lo más aprovechable fue lo que tomaron los Guns n´Roses, la última canción, «Ain’t it fun», para su Spaghetti Incident. Una canción de los tiempos en los que Cheetah Chrome estaba en Rocket from the tombs. Lo mejor de aquellos días, en cualquier caso, es que los Bee Gees estaban grabando al lado y se interesaron por «el nuevo sonido que llegaba de Nueva York». Hay una foto impagable de Stiv con Barry y Andy Gibb.


Pero el disco no molaba. Pappalardi iba a las sesiones drogado, con un traje estampado con flores de marihuana. Cheetah llamaba de madrugada llorando a James Williamson, el guitarrista del Raw Power de Iggy de los Stooges —un disco que también tuvo lo suyo con las mezclas iniciales de Bowie y las revisiones posteriores—, rogándole que fuera a salvar el disco. «¡Están destruyendo a los Dead Boys!», gemía.

Sin embargo, el grupo se bastaba a sí mismo para destruirse. Cuando Stiv Bators conoció a Iggy, que era su ídolo sagrado, quedaron para comer y se cayó de cara en su sopa del ciego que llevaba de Quaaludes. A Iggy y su novia les causó una impresión nefasta. Y hay que dar muy mala imagen en esta vida para perturbar al padrino del punk, que vivía de dar la peor imagen posible. Sobre el escenario, eso sí.

Aunque el grupo reventó por la violencia, no por la droga. Y la tontuna de las esvásticas pudo salirles muy cara. Michael Sticca (roadie de los Dead Boys y de Blondie) salió del CBGB’s con una chica. Fue a parar un taxi y quién sabe si por un malentendido o por qué, lo que se paró fue un coche lleno de puertorriqueños cabreados con sus gestos. A él le rodearon y una chica empezó a golpear a su amiga. Michael, acorralado, sacó su navaja y en cuanto se le acercó un tío lo suficiente, le metió una puñalada en el pecho y lo abrió en canal. Aprovechando la confusión del momento, salió de allí disparado. Había logrado huir.

Pero su amiga, que había escapado por otro lado, alertó a Johnny Blitz, el batería de los Dead Boys, de que estaban matando a Michael. Johnny fue directo a por los puertorriqueños blandiendo también su cuchillo. Michael, que se lo cruzó, le dijo que no, que los dejara en paz, que ya había acabado todo. Pero en cuanto estuvo cerca, los puertorriqueños le quitaron la navaja y le empezaron a apuñalar a él. El roadie se acercó corriendo detrás de él y entre la confusión rápidamente percibió que estaban acuchillando a un tío con una camiseta de Conan, a su amigo. «Le habían rajado desde la ingle hasta el cuello», dice textualmente en Por favor, mátame.

Michael huyó del lugar cagando leches y horas más tarde fue a la comisaría a denunciar que habían matado a su amigo. La policía le escuchó y le detuvo inmediatamente. Le metieron preso por apuñalar a Johnny. Él gritó que no, que ese era su amigo, y el agente contestó: «De acuerdo, tacharemos su nombre y pondremos el del otro tipo». Cáspita, era el puertorriqueño que había «abierto en canal» minutos antes. Mientras esto sucedía, Johnny se debatía entre la vida y la muerte.

Yo había visto cómo le apuñalaban en el pecho. Tenía cinco heridas alrededor del corazón. Resulta que cuando yo oí las sirenas de la policía y me metí en el taxi, los polis vieron a Johnny con todos los órganos fuera. Se supone que no tienen que moverte hasta que llegue la ambulancia, pero estaban tan turbados que lo recogieron del suelo, lo metieron en el asiento trasero del coche patrulla y se lo llevaron a Bellevue. Si hubiesen esperado a la ambulancia, Johnny estaría muerto. Los médicos se pusieron a trabajar inmediatamente, pero cuando el cirujano vio la esvástica de Johnny, se detuvo. El cirujano era judío. Un médico negro se acercó y dijo: «No podemos dejarle así, tío». El médico negro le operó durante ocho horas. Y le salvó la vida. El tío se enrolló.

Cuando vieron que iba a sobrevivir, decidieron parar el grupo y esperar a su compañero. Fue casi un año el tiempo que pasaron muertos de risa y eso resultó fatal para un grupo tan inclinado al ocio. Cheetah Chrome se volvió adicto a la heroína. Un año sin hacer nada fue demasiado para él. También por ese tiempo, Sire empieza a notar que más que punk, lo que lo petaba era el pop de la nueva ola. Les sugirieron un cambio de estilo, Cheetah no aceptó, dejó el grupo y siguió con su temita. De lo ocurrido entre el 78 y el 79, aunque fuesen los años crepusculares, la versión que ha dado Frank Secich a Fantail no es precisamente un mal recuerdo.

Fueron tiempos salvajes. Algunos momentos álgidos fueron con John Belushi uniéndose a nosotros en el escenario, a la batería, en el Whisky A Go-Go. Después se fue por la puerta siguiente a tocar con Muddy Waters. Muchas veces, Johnny Thunders subía y tocábamos «Pills». Joan Jett improvisó con nosotros en un par de ocasiones. Conocimos a Keith, Mick Jagger y Ron Wood en la fiesta de Keith. Fuimos de fiesta con John McEnroe, Vitas Gerulaitis y con Marianne Faithfull al Mudd Club en New York, para la fiesta del veintiséis cumpleaños de Bebe Buell. Pasamos el rato con la actriz Susan Sarandon en el Gramercy Park Hotel. Y hubo muchos otros momentos. Nunca sabías lo que te depararía cada noche.

De esta época data el directo We have come for your children, pero ya no hubo nada más de relevancia. El grupo estaba agotado de ver cómo a sus conciertos empezaban a ir hooligans con el único fin de darse de hostias entre ellos. Así que Stiv se cambió de costa y se fue a Los Ángeles. Tras una breve estancia en el frenopático que era ese año, 1980, la casa de Joan Jett, «un hervidero de junkies», dijo Stiv, se marchó a un hotel, se centró y pudo grabar sus temas en solitario. Una colección de canciones power pop, grabadas junto a Secich, Disconnected, que, para quien esto escribe, son lo mejor que ha hecho en su vida, sin desmerecer ni lo anterior ni lo posterior. Pero tanto este disco como las sesiones que fueron saliendo después en LA, LA (1994) y LA Confidential (2004), son crema.



Después llegaron los Lords of the New Church. Supergrupo de Stiv junto a Brian James y Dave Tregunna. Con ellos, tocando en España se cayó del escenario. No faltan historias impagables en su biografía, pero merecedoras de otro artículo aparte. Lo importante es que Stiv terminó pasando de ellos y se trasladó a París con su novia. Allí hizo múltiples planes, como un grupo con Dee Dee Ramone y Johnny Thunders, The Whores of Babylon, que se fue al traste por una pelea monumental por culpa de la heroína. Tanto Thunders como Dee Dee estaban muy enganchados a esas alturas del siglo. Días más tarde de esa bronca, un conductor borracho atropelló a Stiv y a su novia. Se fueron a su casa pensando que no les había pasado nada, Stiv se echó a dormir y nunca más se despertó. Tenía un coágulo en el cerebro.

Es curioso, porque después de todo lo que Stiv Bators y yo habíamos pasado juntos, la vez que dejó colgados a los Lords of the New Church, le dije: «Eres un cabrón. Nos has jodido bien al abandonar la gira. Vete a tu casa y muérete». La primera y única vez que le digo una cosa semejante, Stiv va y se muere, y no le vuelvo a ver más. (Michael Sticca)

Fuentes:

Por favor, mátame, de Legs McNeil & Gillian McCain. Ed. Celeste

Fantail. Frank Seich “Relevancia pop”

Ruta 66, n.º 21, septiembre 1987

Ruta 66, n.º 54, septiembre 1990

domingo, 20 de julio de 2014

THE THRILLS (2003). "SO MUCH FOR THE CITY". Sunshine pop a la irlandesa.


Oriundos de Dublín, the Thrills dejaron su lluviosa Irlanda natal atrás durante una temporada para instalarse en la soleada California. El resultado de esa experiencia fue un disco repleto de luminosos himnos veraniegos que homenajeaban a los grandes del pop californiano (The Monkees, The Byrds, The Beach Boys, The Association). Eso fue en la pasada década, una década en que el Sunshine Pop fue rescatado del desprestigio en que se le había sumido en los 80, con el predominio del punk y su desprecio hacia todo lo que oliera a hippismo, y mucho más a hippismo almibarado.

So Much For The City, que así fue llamado el citado LP, es un disco de obligada referencia para el revival del Sunshine / Baroque Pop. Además es un disco que consiguió notable éxito comercial llegando al número 1 de las listas de éxito irlandesas y al puesto 3 de las del Reino Unido. Su mayor virtud consiste, a mi juicio, en no quedarse en la mera fotocopia del género y añadirle ese toque inconfundible folkie que tienen muchas bandas irlandesas. Desde luego están más cerca de The Association que The Pogues pero el colorido que le da ese banjo y ese acento "brogue" del vocalista Conor Deasy es inequívocamente irlandés.



Centrado en homenajear a los principales iconos de la costa oeste americana, el LP se abre con el tema "Santa Cruz (You're Not That Far)" en el que el detalle del arreglo de banjo le da un toque distinto a lo que sería una mera recreación del pop a lo Beach Boys de la época del Pet Sounds. Más conseguido está ese efecto en "Big Sur", el tema más remorable del disco, tema que homenajea a la pintoresca localidad costera californiana donde el poeta beat Jack Kerouac creyó oír balbucear al Océano Pacífico (en dicho lugar una serie de caños de agua caen al mar desde considerable altura desde las montañas de Santa Lucía.) Los thrills sacan lustre al conjunto con unos brillantes coros femeninos y un irresistible estribillo.


La influencia del pop sesentero británico se hace notar en el siguiente tema, "Don't Steal Our Sun" (toda una declaración de principios el título), donde el ritmo a lo "Lazying On A Sunny Afternoon" de The Kinks se mezcla con el estribillo y los coros pop-jazz propulsados por un elegante piano al más puro estilo The Zombies. Además hace su aparición por primera vez en el disco la steel guitar. Todo un himno estival. "Deckchairs and Cigarettes" es una balada dedicada a la ciudad de San Diego donde residieron por unos meses y nos remite a las más delicadas perlas del sunshine pop costa oeste con ese sonido relajante de olas y gaviotas.

El ritmo vivo y bailable vuelve al disco con "One Horse Town" que conjuga aires soul (gracias al sinuoso teclado) y guitarras en rápido arpegio a lo byrds. Algo más almibarada y pomposa por el sobrecargado uso de la orquestación es "Old Friends, New Lovers" pero por suerte los trémolos de banjo, la armónica y el solo de fuzztone la hacen un poco menos empalagosa. El tema más byrdesiano no obstante es "Say It Ain't So", con un ritmo country rock y una espectacular steel guitar que imprimen un poco de velocidad al disco después del parón del tema anterior.


También de influencia country, aunque un country más vaporoso y lánguido al estilo de los Beachwood Sparks, es "Hollywood Kids", otra canción que homenajea a una de las más icónicas ciudades de California. Acústicas, steel guitar y armónicas se conjugan para moldear la canción más vaquera del disco. Y ya que hablamos de los Beachwood Sparks habría que destacar su influencia en el siguiente corte, "Just Travelling Through", en el que la voz y los coros recuerdan a Chris Gunst y compañía. Tampoco podía faltar la referencia a otro icono del oeste estadounidense, Las Vegas, en el corte homónimo hecho a base de soul-pop pegadizo. Por ultimo "The Tide Creeps In" cierra el disco con aires de gospel dylaniano y con una sorpresa dentro de ella: el hidden track "Plans".

So For The City, no es una obra maestra pero sí un buen compañero musical para, como decían los Kinks, holgazanear una soleada tarde de verano. No todo lo que llega a lo más alto de las listas de éxito tiene que ser pop barato o dance chabacano.

jueves, 17 de julio de 2014

LOS ESTADOUNIDENSES CALEXICO ACTÚAN EL 18 DE JULIO EN EL FESTIVAL CULTURA INQUIETA DE GETAFE


“Nancy Sinatra es una mujer muy dulce, nos invitó a desayunar”

Joey Burns, cantante de la banda, anuncia que tocarán temas nuevos en el escenario madrileño



Joey Burns, cantante y guitarrista de Calexico, huye de las etiquetas que colocan a su banda como una formación de rock sureño, y defiende su música como contemporánea, sin ataduras, diversa y profunda. Este grupo de Arizona actúa el 18 de julio en el Festival Cultura Inquieta de Getafe, y Burns afirma sentirse contento de compartir cartel con artistas como Depedro o los legendarios The Sonics, y destaca al público español como “positivo y receptivo”.

-En España su música se podría considerar, en cierto modo, como ‘rock torero’. ¿Le gustan las corridas de toros, una tradición española heredada por México?

-En realidad no. Un par de canciones del álbum ‘Hot Rail’ (2000) tenían títulos inspirados en el libro de Hemingway ‘Muerte en la tarde’, en el que alude a las corridas de toros que había presenciado. Nunca he estado en una corrida de toros, pero me encanta leerles a mis hijas el libro infantil ‘Fernando’.


-Se siente cómodo con la etiqueta de ser una banda que hace música sureña?

-No me importa, pero no creo que ese calificativo describa de manera fidedigna lo que somos y cuáles son nuestras influencias. Nuestras fuentes de inspiración van mucho más allá, no nos quedamos sólo con la riqueza del suroeste de Norteamérica.

-Algunos dicen que su música podría encajar en la banda sonora de un ‘spaghetti western’. ¿Está de acuerdo?

-Creo que hay mucha más profundidad y diversidad en nuestra música.

-¿Qué autores han influido en su carrera?

-Carlos Fuentes, Charles Bowden, Luis Alberto Urrea, y Ned Sublette.

-¿Qué esperan de su actuación en el Festival de Cultura Inquieta?

-Me imagino que será un buen concierto. Estamos muy contentos de tocar en Getafe y en el mismo escenario que bandas como The Sonics o Depedro. El público español es siempre muy receptivo y positivo.


-¿Qué le hace sentirse inquieto en estos días?

-Pensar en qué clase de mundo y el medio ambiente que heredarán nuestros hijos.

-‘Burning Down the Spark’ es una canción maravillosa que reúne la esencia de Calexico y la magia de Nancy Sinatra. ¿Cómo fue trabajar con una diva como ella y el proceso creativo?

-Escribimos la canción para ella y se la enviamos para que la grabara. Más tarde, tuvimos la oportunidad de conocerla en persona y nos quedamos  impresionados con su sinceridad y su realismo ante la vida. Es una mujer muy dulce. Nos invitó a desayunar a todos los músicos de la banda.

-'Argel', su último disco de estudio, recuerda a los clásicos estadounidenses de los años cincuenta y sesenta. ¿Buscabais hacerle un homenaje a esa época?

-No queríamos homenajear a una época en concreto. Nos consideramos una banda contemporánea. Fuimos a Nueva Orleans en busca de un espacio creativo para escribir los temas y grabarlos en estudio. El barrio de Argel, donde grabamos los temas, es una zona fascinante de Nueva Orleans, y el estudio donde trabajamos es uno de los más inspiradores que jamás hemos conocido.

-¿La elección de una ciudad tan importante en la historia de la música como Nueva Orleans fue algo premeditado? ¿Buscaban en cierto modo una conexión con las raíces del sonido americano?

-Nueva Orleans es única, funky y muy diferente al resto del país. Todo ha salido de forma muy natural a la hora de componer y grabar allí. El estudio está ubicado en una antigua iglesia bautista de los años treinta y tiene un ambiente muy particular y, sin duda, Nueva Orleans y sus alrededores también. Siempre hemos sido fans de la ciudad.

-Ustedes tienen muchos fans en España. ¿Han preparado algo especial para el público de Getafe?

-Tenemos pensado tocar algunas canciones nuevas que acabamos de componer.

-¿Cuáles son las influencias más importantes de su carrera?

-Minor blues.

-¿Qué sabe de la actual escena musical española?

-No demasiado. Algo de aquí y algo de allá. Una de las razones por las que me gusta salir de gira es descubrir otras músicas, tanto antiguas como nuevas.

©Cultura Inquieta / Daniel Leguina



Antes de Calexico actuarán esa noche The Sonics y Depedro.

Calexico es una maravillosa banda de rock y Tex -Mex / indie con sede en Tucson, Arizona. Su estilo musical está influenciado por los sonidos latinos tradicionales del mariachi, la cumbia, la música tejana y también la música del sudoeste de Estados Unidos, así como del jazz de los años 50 y 60 y 90 y el post-rock de los 90. Algunos los identifican con el desert noir o el indie rock. La banda lleva el nombre de la ciudad fronteriza de Calexico, en California.

Son la cabeza del cartel de la jornada del 18 de julio del Festival Cultura Inquieta Getafe 2014. Antes que Calexico esa noche actuarán Depedro y The Sonics.



Llaman a Nueva Orleans un crisol. Cuando uno lo piensa de esa manera, no es de extrañar que allí es donde CALEXICO ha grabado su séptimo álbum, ARGEL. Joey Burns y John Convertino transitan desde hace tiempo en una amplia gama de diferentes influencias musicales, con unos resultados tan genuinos que se han convertido en un género propio. Sin embargo, la elección de Nueva Orleans todavía puede suponer una sorpresa para muchos. CALEXICO son , después de todo, asociados con un estilo que su nombre -tomado de una pequeña ciudad de menos de 40.000 habitantes en la frontera entre los EE.UU. y México- siempre ha definido con una precisión inusual. Su trabajo nos cuenta sobre desiertos polvorientos y los solitarios que habitan en ellos, mezcla la herencia de la música country de Estados Unidos con la seducción latina. En otras palabras, no son, obviamente, asociados a los sonidos que han hecho de Nueva Orleans uno de los destinos predilectos de los EE.UU. Lo que surgió de esta decisión, sin embargo, es sin duda el disco más emocionante y accesible que CALEXICO jamás han hecho. Es de subrayar la decisión de la banda para titular el álbum en homenaje al barrio donde trabajaron: Algiers.

Veintidos años desde que se conociesen, Joey Burns y John Convertino se han unido a un extraordinario elenco de músicos de todo el mundo para añadir otra nueva aventura musical con éxito a su lista. Se podría pensar que, después de seis álbumes de estudio, las colaboraciones de la talla de Victoria Williams, Iron & Wine , Willie Nelson, Roger McGuinn y Nancy Sinatra, y el trabajo de banda sonora como inicio, no había mucho más que pudieran lograr. Pero estaríamos equivocados si pensásemos así. Nueva Orleans les ha inspirado para hacer un álbum en el que fluyen y se divierten más que nunca. Más Calexico que nunca.


martes, 15 de julio de 2014

FALLECE TOMMY RAMONE, EL ÚLTIMO MIEMBRO DE THE RAMONES QUE QUEDABA VIVO

Público, 14/07/2014

El batería ha muerto a los 62 años víctima de un cáncer. 

Tommy en sus años mozos con los Ramones

El batería del grupo The Ramones, Tommy Ramone, ha fallecido a la edad de 62 años en Nueva York, según se informa en la cuenta de Facebook de la banda.

Ramone, enfermo de cáncer, nació en Budapest (Hungría) y es el último de los originales The Ramones en morir. Joey Ramone, originario de Queens y que cuenta con su propia calle en Nueva York, murió en 2001.; John Cummings, más conocido como Johnny Ramone y que también murió de cáncer en 2004, y Douglas Colvin o Dee Dee Ramone, quien falleció por una sobredosis en 2002, eran los otros miembros de la banda.

La banda, que incluyó después a los baterías Tommy, Richie y Marky Ramone, se disolvió en 1996 tras el tour Lollapalooza, pero el legado que dejaron con canciones como I Wanna Be Sedated, Judy Is a Punk o Beat on the Brat les convirtió en uno de los más míticos nombres del punk.

Tommy fue el autor de la canción Blitzkrieg Bop, co-escrita con Dee Dee Ramone, considerada por muchos fans como la mejor del grupo. The Ramones se formó en el año 1974 en Nueva York y estuvo activa hasta mediados de los noventa. Es uno de los grupos pioneros del punk y con el paso de los años se ha convertido en un icono por su estética y su estilo musical

Al principio era el manager del grupo, pero Tommy Ramone tuvo que sentarse a la batería porque nadie más quería hacerlo. Una decisión rápida, cruda y directa, como el sonido que hizo de los de Queens una de las bandas más influyentes del punk. En realidad el primer batería fue Joey (Jeffrey Hyman), también vocalista, pero la banda cada vez tocaba más rápido y no podía seguirles, según cuenta el músico en Por favor, mátame, una historia del punk a cargo de Legs McNeill y Gillian McCain.

Tommy Ramone, nacido en Hungría en 1952 con el nombre de Tama Erdelyi, ya no soltaría las baquetas hasta 1978. Grabó la batería de los tres primeros discos del grupo, para muchos, los mejores: Ramones (1976), Leave Home y Rocket to Russia, y también en su primer directo, It's alive, todos ellos de 1977.

Considerado el componente más "normal" de la banda neoyorkina, Tommy fue el autor de dos de sus mayores éxitos, I Wanna be Your Boyfriend y Blitzkrieg Bop, además de productor de varios de sus discos. Su relación con John Cummings (Johnny Ramone,) se remonta a su juventud cuando ambos formaron parte de la banda de "garaje" Tangerine Puppets.

Tras abandonar Los Ramones siguió ejerciendo de productor en álbumes como Tim (1985), del grupo de rock alternativo The Replacements, o Neurótica (1987), de Redd Kross. El último proyecto en el que participó fue como intérprete de bluegrass, junto a Claudia Tenam, con quien solía actuar por el circuito de bares de Nueva York y Connecticut.

Y aunque le sobrevive Marky Ramone, que le sustituyó como batería y que hace un par de años estuvo de gira por España sacando partido del legado ramoniano, la muerte de Tommy Ramone pone punto final a la casi maldita historia de los Ramones originales.

Joey Ramone falleció de un linfoma en 2001, con sólo 49 años. Dee Dee, el bajista, le siguió unos meses después, lo suyo fue una sobredosis. Y Johnny murió también de cáncer en 2004, con 55 años.

Tommy Ramone en 2005


Una banda histórica

Los Ramones fueron parte decisiva de la primera ola punk neoyorquina que, junto a otras bandas como Television, Blondie o Patti Smith convirtieron la sala CGBG en un templo de modernidad, pero lo cierto es que su influencia posterior ha sido mucho mayor que el éxito que alcanzaron en su momento. No sólo inspiraron el punk inglés de los ochenta, también bandas estadounidense de los noventa como Offspring o Greenday tienen una gran deuda con ellos y con sus canciones cortas, de apenas dos minutos, que reducen el rock and roll a su mínima y más potente esencia.

La noticia de la muerte de Tommy Ramone fue anunciada a través de la red social Facebook y en el anuncio se incluyen unas palabras suyas de 1978 en las que expresa sus sensaciones como componente del grupo: "The Ramones no fueron solamente música: fue una idea, recuperar todo el sentimiento que la música rock había perdido".