miércoles, 24 de septiembre de 2014

10 CANCIONES PARA SOBREVIVIR AL OTOÑO




El otoño siempre ha sido una estación inspiradora para el arte. El poeta Apollinaire dedicó buena parte de su poemario Alcoholes a la introspección y a la bruma otoñal, convirtiendo a esta estación en un trasunto simbólico del alma torturada del poeta. Y el mundo del rock y del pop tampoco es excepción. Las odas a la melancolía, a la lluvia y a la creciente oscuridad, la añoranza de la luz veraniega han servido de materia prima en muchos temas a lo largo de la historia de esta santa música. He aquí una modesta lista de sonidos y/o temáticas autumnales que se me ha ocurrido. Empiezo por la última para dejar el plato fuerte para el final.

10. "It's Cold Outside" - The Choir



The Choir eran una banda de garaje de Cleveland (Ohio) que en este tema aún presentan alguna reminiscencia surfera mezclada con el influjo pop del Mersey Beat británico que ya empezaba a pegar fuerte en la época. Como dato curioso sobre The Choir se suele citar que varios de los músicos que más tarde formarían la más famosa banda de power pop de Cleveland, The Raspberries, pertenecieron a este oscuro combo garajero. Además, algunos de sus temas han apatrecido en recopilaciones de rock de garaje de los 60 como Pebbles y High In The Mid-Sixties. La letra de "It's Cold Outside" en concreto gira en torno al doloroso recuerdo del buen tiempo veraniego en contraposición con la lluvia y el mal tiempo del otoño. Pero ojo: este cambio de estación es una alegoría de la pérdida del amor de una chica que ha dado calabazas (hortaliza muy otoñal, por cierto) al cantante. 

9. "Noviembre" - Décima Víctima

Una joya de la vertiente más umbría de la movida madrileña. Décima Víctima era una de las bandas que más en serio se tomó eso de sonar oscuro durante el periodo after-punk. Aquí el título lo dice todo: noviembre es el mes con más referencias fúnebres ya que es cuando se celebra el Día de los Difuntos. Además es uno de los meses con menos luz del calenadario. También es el mes en que casualmente nació el que escribe estas líneas. El caso es que Décima Víctima consiguen con la letra y con la música (ese atmosférico efecto de chorus de la guitarra) de "Noviembre" esa mezcla de belleza repulsiva y a la vez atrayente de la onda oscura británica (Joy Division, Bauhaus, Cure). Podría haberse convertido en un himno gótico del momento pero Décima Víctima siempre tuvieron el handicap de existir a la sombra de ese otro gran grupo de rock oscuro, Parálisis Permanente. Sea como fuere aquí está este tenebroso tema.



8. "More Than Rain" - Tom Waits

Pocos músicos han conseguido transmitir un sentimiento de desarraigo y de tristeza como Tom Waits. No es la tristeza extrema mezclada con pánico que lleva al suicidio como en las canciones de Ian Curtis. No. Es una tristeza que te invade poco a poco como la luz crepuscular del otoño. O como esa tristeza cotidiana que inspira al blues. En este caso Waits no tira como acostumbra del blues o del jazz o de la tradición folclórica estadounidense para facturar un tema tan desgarrador con la lluvia como elemento simbólico central sino del tango, una de las músicas más elegantes y melancólicas del mundo. Este "More than Rain" fue incluido en el álbum Frank's Wild Years del año 1987.




7. "Dead Souls" - Joy Division

No podía faltar en esta lista ni una canción para el Dia de Difuntos ni una canción de Joy Division, campeones del rock más crepuscular. "Dead Souls" es un tema que siempre me ha impresionado mucho por la energía que desprende la guitarra (garajera y stoniana) de Bernard Sumner, que desgrana sucios acordes subterráneos mientras Ian Curtis se desgañita dando cuenta de voces que le hablan desde el más allá. Enterrada en el disco de rarezas y temas primerizos de aquel LP doble y póstumo titulado Still, cautivó a muchos músicos que vinieron después de Curtis como a Trent Reznor que con sus Nine Inch Nails hizo una magistral versión de este tema que apareció en la banda sonora de la película The Crow en los años 90.




6. "December"- Teenage Fanclub

Una hermosa recreación del espíritu de los Big Star a cargo de una de mis bandas escocesas favoritas. "December" a parte del evidente guiño a "September Gurls" (donde se contraponen las "September girls" a los "December boys") recuerda a "Thirteen" de Big Star en ese evocativo arpegiado de las guitarras. Por lo demás, aquí las calabazas (las que le da la amada al autor) brotan en diciembre, por eso Norman Blake, el cantante de esta tonada, "quería asesinar diciembre". La melancolía, no obstante, tanto aquí como en otras canciones del combo escocés, es un proceso perfectamente reversible y no llega la sangre al río. Es una melancolía, como si dijéramos, adolescente y pasajera. Por eso este tema es uno de los momentos más tiernos y luminosos de ese espléndido disco de horrible portada llamado Bandwagonesque.




5. "Harvest Moon" - Neil Young

Pero el otoño no es siempre sinónimo de melancolía y sufrimiento. A veces también es sinónimo de culminación de un proceso y de madurez. En este tema de Neil Young, perteneciente a uno de sus discos de los 90 Harvest Moon, entéramente acústico, el otoño es visto desde la perspectiva del equinoccio del 21 de septiembre. Según las tradiciones campesinas de los países de lengua inglesa, la luna llena cercana a esa fecha es de grandes dimensiones y tiene un color anaranjado o rojizo. Se le llama Luna de la Cosecha. Así, en el tema que da título al álbum, Young celebra un punto culminante de su vida en el que se encuentra a gusto con su pareja, un momento de estabilidad y plenitud. El tema tiene un delicado riff de acústica y una armónica que trasmite mucha serenidad junto con unos coros femeninos de lujo. El vídeo, que inserto a continuación, tiene una fotografía muy hermosa (especialmente la de la luna en medio del bosque) y en él se ve a Young desdoblado: tenemos un Neil Young maduro en el momento actual tocando en un garito y un Neil Young de joven ("a young Neil Young", que dirían, haciendo un juego de palabras, los norteamericanos) bailando entre el público con su media naranja que tiene también muchos años menos. 



4. "How To Fight Loneliness" - Wilco

Dentro del disco de Wilco que precede al colosal Yankee Hotal Foxtrot, es decir, Summerteeth, que a mí juicio no le va muy a la zaga, encontramos "How to Fight Loneliness", un prodigio de sensibilidad y melancolía. En ella Jeff Tweedy nos aconseja cómo ocultar la pena para que la procesión vaya por dentro. Y mientras nos lo cuenta su voz es capaz de fundir icebergs. La música caracterizada por una frágil guitarra rítmica y unos vaporosos teclados dibujan en la mente del oyente un crepuscular paisaje otoñal por muy veraniego que sea el título del LP. La perfecta unión de belleza y melancolía.




3. "Smokey Day" - The Zombies

Éste es un tema que iba a formar parte de un álbum de The Zombies, titulado R.I.P., que finalmente no vio la luz. No obstante, en la versión CD del afamado Odessey And Oracle apareció como tema extra. Por otra parte, en 2010 el sello Sweet Dandelion consiguió recuperar el material que iba a formar parte de este "lost album" de los Zombies incluido este "Smokey Day" y editarlo en vinilo. El tema en cuestión es una obra maestra de sensibilidad y sutileza en la que las barrocas armonías vocales aliadas con las mágicas guitarras acústicas, flautas y teclados dibujan una nebulosa de ensoñación otoñal.




2. "Misty Lane" - The Chocolate Watchband

Una de las piezas más hermosas de pop psicodélico jamas grabadas. La Cadena de Reloj de Chocolate se olvidó por un momento del estridente garaje stoniano y en su lisérgico segundo LP, Inner Mystique, registró esta preciosidad de hechizantes arreglos de clave y un riff de guitarra que junto con los certeros golpes de batería remite al "Paint It Black" de los Rolling Stones, En las letras el recuerdo de un amor veraniego cada vez más remoto mientras la lluvia y la neblina lo van envolviendo todo. Aún así Dave Aguilar nos asegura que el recuerdo persiste a pesar del mal tiempo.




1. "Halloween" - Dream Syndicate

¿Qué hay más característico del otoño que la fiesta de Halloween? En su álbum de debut y opera magna, The Days Of Wine And Roses, los Dream Syndicate erigieron este espléndido monumento sonoro al luminoso otoño del sur de California. Las guitarras entre el éxtasis y la locura son deudoras de la Velvet Underground del ruidoso segundo LP y del Marquee Moon de Television. Como un raga entonado por una torre de alta tensión. Y la voz de Wynn, ebria de electricidad, se alza majestuosa sobre la muralla de feedback para recitarnos poesía loureediana. Es como curarse la resaca de la noche de Halloween contando nubes en una playa soleada. Sencillamente sublime.

lunes, 22 de septiembre de 2014

JEFF BUCKLEY EN LAS CORRIENTES DEL MISSISSIPPI

José Antonio Soto Cruz
Jot Down, mayo de 2012



Jeff Buckley era un cantante único, guitarrista y compositor, intérprete y arreglista exquisito, joven, visceral, transgresor constante, iluminado, imaginativo, artista completo y experimentador íntimo, revolucionario, iconoclasta, espíritu independiente y músico con alma más que estrella del rock. Era todo esto y mucho más. En los últimos años, la influencia y el reconocimiento de su obra ha aumentado vertiginosamente, y músicos de la talla de Tom Yorke (Radiohead) o Matthew Bellamy (Muse) lo consideran como una de sus principales referencias.

No importa que solo editara un álbum en vida, Grace (1994), pues en él Jeff Buckley nos descubre la medida exacta y precisa de su esencia, los resortes ocultos de su genio, su tono y su carácter, y la sustancia diversa, múltiple y sorprendentemente heterogénea de sus raíces, en las que se mueve desde el rock, la psicodelia, el blues y el jazz, hasta el folk y el góspel más tradicional. En medio de la efervescencia del grunge sucio y salvaje —Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains—, Jeff Buckley crea una obra diferente, distinta, arropada por un lenguaje que se sale de los cánones de lo comercial, pero que a la vez, por su innegable brillantez, es capaz de golpearnos las sienes a la primera escucha.

Y, sobre todo, lo primero que nos llama la atención es la voz. Una voz que es como una oleada de estrellas chocando al unísono en el firmamento, un puro deleite. Siente uno al escucharla como un gran escalofrío recorriendo cada fibra del cuerpo, una misteriosa plenitud subiéndole por la espina dorsal, toda la humanidad parece estar concentrada en ella y sentimos como un temblor bajo nosotros. Y es que Jeff Buckley ha estado buscando día a día el estilo, la personalidad, el nervio propio que le diera el verdadero colorido como cantante. Y lo ha conseguido. Los falsetes de Robert Plant, el trémolo de Nina Simone, el misticismo de Nusrat Fateh Ali Khan, la rítmica de Billie Holliday, toda esta mescolanza de registros lo convierten en un vocalista versátil como pocos, un ecléctico con las ideas ajenas tan bien asimiladas que se hace genuino.



Sin embargo, para entender Grace habría que irse un poco más atrás, más concretamente a abril de 1991, cuando Jeff aparece, de pronto, en New York en un concierto benéfico a su padre, el también malogrado músico —muerto con apenas 28 años— Tim Buckley. El joven, con voz espiritual y mirada encantadora, deja atónitos a todos al interpretar cuatro canciones de su progenitor. Sin pretensiones, quizá solo por la necesidad de reconciliarse con él, de perdonarlo, —ya que lo vio nada más que dos veces en su vida— se presenta en la iglesia de St. Ann haciendo gala de una prodigiosa voz, la cual, abarcando más de cuatro octavas, se manifiesta en aquel momento como un inesperado hallazgo. Pero la música no es cuestión de técnica ni de virtuosismo, sino de sentimiento, y esto es lo que más aporta Jeff a quienes lo escuchan aquella noche redentora, presenciando ellos, sin duda, un diálogo íntimo entre padre e hijo.

Es la hora de sus conciertos en el Café Sin-é en el East Village, lugar privilegiado donde Jeff perfila su estilo personal, ese estilo cuya particularidad se basa en la cercanía y en el minimalismo, en la emoción personal, en el lirismo. Esas noches, eternas desde entonces, nos dan al Jeff delicado, al improvisador, al intuitivo, al espiritual, al que explora en cada canción, fijándose bien en el detalle, diferentes matices, tanto en las versiones —Strange Fruit, Night Flight—, como en las originales —Eternal Life, Mojo Pin—.  Se aproxima poco a poco a la entraña misma de la música, desnudándola toda, haciéndola lo más clara y diáfana posible, llegando lentamente al secreto. Jeff se debe al misterio interior que tiene cada nota, a la naturaleza de cada acorde y de cada ritmo, a las múltiples texturas que encuentra en otros artistas y, sobre todo, al placer de dejarse llevar en el escenario, palpitando como una explosión en cada actuación. Con su guitarra y su voz principia lo que más tarde dejará reflejado en el EP de cuatro temas que Columbia Records, ya interesada en su genialidad, le graba en 1993 en el mismo Sin-é.

Pero será el siguiente año, como hemos apuntado, cuando publique verdaderamente su disco debut, Grace. Jeff, ahora con una banda, crea una obra maestra que, si bien en ese momento no tiene el éxito esperado, con el tiempo demuestra ser un disco que logra una dimensión y una magnitud abrumadoras, a la altura de los grandes álbumes de la historia de la música. Todos los giros, fraseos, ideas, rasgos aprendidos en su pasado, están ahí magníficamente ensamblados. Jeff liga con este disco un puente —respetuoso, innovador— entre el pasado y el presente, uniendo en él tanto un villancico tradicional Corpus Christi Carol, como la hipnótica versión de Hallelujah de Leonard Cohen —para algunos la grabación definitiva de este tema—, como la canción homónima del disco, Grace, la cual, con su sutileza, sensibilidad, rabia, novedad, originalidad, nos proyecta hacia el futuro. No obstante, el futuro se enturbia con la fatalidad.



El 29 de mayo de 1997 Jeff Buckley, sumergido en las aguas del río Wolf, en Memphis (Tenesse), muere ahogado a los treinta años de edad. Se mete en el agua, vestido, tranquilo, de buen humor, cantando el Whole Lotta Love de Led Zeppelin, y empieza a nadar mientras deja que todo el agua del Mississippi, el alma del Blues, le penetre como un reguero de vida en su interior. Había ido a esta simbólica ciudad a grabar el que sería su próximo álbum My Sweetheart the Drunk, pero nunca logrará terminarlo. De él solo nos dejará algunos esbozos, que, por suerte, serán publicados posteriormente.

Su muerte, aun siendo trágica y terrible, viene envuelta por un halo extraordinario, sublime, como si el momento final tuviese que estar a la altura de la vida, o, mejor dicho, de la obra. Desaparecido en aquellas misteriosas aguas, parece como si Jeff revelara un cierto tipo de conformidad y aceptación con su destino, como si él mismo hubiera escogido ese acabamiento previamente, ese dejarse ir con la corriente, tragando gota a gota toda la eternidad. De cualquier manera, contrariando a Heráclito, todo fluye, pero en ese fluir existen, sin duda, algunas cosas que sí permanecen con nosotros.