domingo, 21 de julio de 2013

THE JESUS AND MARY CHAIN: BESOS DE ALAMBRE DE ESPINO

Javier Becerra
Ruta 66 nº 211, noviembre 2005




En "Lost In Translation" Sofia Coppola los rescató con una de las más bellas escenas del cine de los últimos años. Ese "Just Like Honey" recordó cómo aquellos insolentes y siniestros muchachos de Glasgow quebararon los 80 a golpes de ruido y miel con el fundamental "Psychocandy", el primer paso de una discografía repleta de joyas. ¡Ojo! que han ganado y mucho con el tiempo.

En 1984 Duran Duran y Spandau Ballet no solo encarnaban el horterismo musical y estético en grado sumo, sino que viajaban en limusina neo-romántica por las carreteras de las listas de éxitos y el estrellato.  ¿El punk?, bien gracias, bonito recuerdo constatando que todo volvía a estar igual de mal. O peor. Era como para volver a enfadarse... y así fue. Unos cuantos metros bajo tierra Alan McGee, el jefe del mítico sello Creation, obnubilado ante el descubrimiento de unos mozalbetes llamados The Jesus And Mary Chain, decidió editar su particular bomba-lapa. "Upside down", devastador primer single que supuso el primer paso de un grupo con una misión: ponerlo todo patas arriba sin remisión. Tras aquella polémica momenclatura de reminiscencias religiosas, el cantante Jim Reid, su hermano William a la guitarra, el bajista Douglas Hart y el jovencísimo Bobby Gillespie (actual líder de Primal Scream) aporreando la batería empujaban a Suicide y Stooges dentro de los barrotes del "White Light/White Heat" y los empapaban de melodías surf. El mensaje, inserto dentro de un chorro de feedback, era claro: "con cada sonido que oigo me vuelvo loco/no me importa". Y el efecto, devastador. Nihilismo provocación y (auto)destrucción, o lo que es lo mismo, aprehender el espíritu primigenio del rock'n'roll, envuelto en actitud punk y tamizado por la oscura violencia de Joy Division. 


Con "Upside Down" el himen del rock se volvía a romper. Había que celebrarlo y unos Jesus ciegos de estridente autosuficiencia, optaron por alzar el volumen lo más posible. La prensa especializada se deshace en elogios con ellos: fichan por la subsidiaria de WEA, Blanco y Negro, y, tras una programada serie de singles posteriormente recogidos en el álbum, alumbran el estratosférico "Psychocandy" (Blanco y Negro, 1985). La polaridad se repite: Stooges y Velvet Underground por un lado, Phil Spector y Brian Wilson por el otro. Ambos sintetizados en catorce cápsulas anfetamínicas que expulsan toda la gama de pulsiones que recorre el cuerpo durante esa conflictiva adolescencia en la que uno quiere gritar, provocar, romper cristales, esconderse... Pero no sabe muy bien por qué, más allá de la angustia, el vacío y hastío que se anidan en el interior. TJ&MC, absorbiendo la esencia de esos entrecruzados sentimientos y mediante una exquisita cultura musical, buscaron la vía de escape más pop y ruidosa posible, volcándola en un disco en el que confluyen el azúcar y el papel de lija a partes iguales. Unas veces observando primorosas melodías desde una borrosa lente rayada ("Just Like Honey", "Taste Like Cindy"), otras apelando directamente al nervio, la orgía de acoples y la virulencia ("The Living End", "Never Understand", "My Little Underground"), "Psychocandy" se revela como una obra maestra indiscutible y el grupo, con una serie de caóticos e incendiarios conciertos (en los que tocaban de espaldas y apenas rebasaban los veinte minutos) no hacen más que alimentar la leyenda convirtiéndose en el grupo de culto por excelencia de las islas. Desde "Never Mind The Bollocks" nada con estribillos y melodías había sonado con tanto peligro, violencia y perversión y, al tiempo, tan vulnerable y cercano.


Dos años después aparece "Darklands" (Blanco y Negro, 1987) y con él un giro radical en la carrera del grupo. Si muchos vieron en "Psychocandy" el "White Light/White Heat" de los 80, ahora las comparaciones apuntan directamente al tercer disco de Velvet Underground, al tiempo que se alude inevitablemente a Joy Division y The Cure. Ya desde las primeras líneas de la inaugural "Darklands" ("Voy hacia las tierras oscuras / a hablar en verso con mi alma caótica") queda claro que el romanticismo, la introspección y la oscuridad dominará este cambio de rumbo. Desechando casi por completo la rabia predecesora (apenas visible en "Fall" y "Down On Me" ), "Darklands" nos presenta a unos Jesus resacosos del estruendo y colmando de belleza oscura y melancólica la homónima "Darklands", "Cherry Came Too" o la preciosa "About You". De igual modo ofrecen hits de la talla de "Happy When It Rains" o "April Skies", aparte de los mejores textos de toda su carrera lleno de impactantes imágenes como la que titula este artículo. Escrito desde un dolorido y deprimido corazón, que se debate entre el amor y la muerte, que buscando el cielo llega al infierno y se deja empapar de gotas de lluvia, "Darklands" es uno de esos discos que en la adolescencia musican temores e inseguridades con el pestillo puesto para, luego, acompañarle a uno toda la vida.



Antes de grabar el siguiente álbum, TJ&MC recopilan singles, caras B y rarezas en el imprescindible "Barbed Wire Kisses" (Blanco y Negro, 1988). Más allá el fetiche completista esta recopilación se revela como un brillantísimo catálogo de un grupo en estado de gracia total, que igual se radicaliza (aún) más allá del noise ("Head", "Hit"), como se embriaga en la facilidad indie-pop ("Psychocandy", "Don't Ever Change") o sorprende con particularísimas e irreverentes versiones ("Surfin' USA", "Who Do You Love?"). En él se incluye un tema nuevo, "Sidewalking", instantáneamente convertido en clásico de la banda y delator adelanto de un futuro inmediato que se plasmaría en "Automatic" (Blanco y Negro, 1989), su tercer elepé. 


En "Automatic"surgen unos renovados Jesus regodeándose y explotando muchos de los hallazgos de "Sidewalking". La dicción chulesca y desafiante de Jim Reid se empasta con riffs infalibles mientras el uso de las programaciones varia sustancialmente la estética del grupo, mostrándose más sintéticos, luminosos y accesibles que nunca, gracias a la intervención del ingeniero de sonido Alan Moulder. Lastrado por cierta monotonía y sensación de autoplagio, "Automatic", aun así, se preseta como un notable e influyente trabajo, posiblemente el que más acentúa el lado "roll" de toda la trayectoria del grupo. Un espíritu que, sin desdeñar el arrojo melódico de "Here Comes Alice", el clima esquizoide de "Gimme Hell" o la plácida "Crazy",  descansa fundamentalmente en temas como "Blues For A Gun", "Coast To Coast" o "Head On" mezcla perfecta de aceite guitarrero y rudas bases electrónicas dando vía libre para que el rock'n'roll se infiltre en la pista de baile. 



Continuando la senda de las programaciones, TJ&MC perfeccionan la alianza con Moulder, mediante el magnífico single "Rollercoaster", y dos años después regresan pletóricos con el soberbio "Honey's Dead" (Blanco y Negro, 1992). Las polémicas alusiones del single "Reverence" ("quiero morir como Jesucristo / quiero morir como JFK") los sitúan otra vez en el punto de mira de los guardianes de la moral y el orden, pero más allá de la provocación (¿infantil?, ¿gratuita? ¿vacía?) inherente al grupo desde sus inicios, "Reverence" es todo un latigazo de electricidad que remite al espíritu agresivo, oscuro y redentor de los Stooges y, sin duda, una de sus composiciones más memorables. Es la entrada de un capítulo que, lejos de suponer un salto evolutivo, parece sintetizar todo el pasado de la banda. El noise-pop de "Psychocandy", la belleza abatida de "Darklands" y el vigor electro-rock de "Automatic" se conjugan en un híbrido, denso e hipnótico, que contiene incontestables cumbres como "Cathfire", "Far Gone And Out" o "I Can't Get Enough". Con él visitan por primera vez nuestro país y las crónicas lo sitúan entre los mejores conciertos del año, mientras el adolescente autor de estas líneas lo flipa en la retransmisión que de sus conciertos en Madrid ofreciera Radio 3 en su día.




Tras lanzar un nuevo recopilatorio ("The Sound Of Speed", la continuación de "Barbed Wire Kisses", aunque con un resultado bastante más discreto) nos situamos ya en 1994, annus horribilis parra la vacas sagradas del pop británico. Si puntales como Primal Scream, Ride o Stone Roses ofrecían entregas muy por debajo de su media y el relevo en el star-system se servía a la baja mediante el sobre-inflado globo del brit-pop, TJ&MC en sintonía coyuntural editan el endeble "Stoned And Dethroned" (Blanco y Negro, 1994). Inicialmente planteado en formato acústico y con colaboraciones de relumbrón, al final se queda en semi-acústico y el cameo más esperado, Bod Dylan, rechaza la invitación. Sí aceptan la pérfida Hope Sandoval (Mazzy Star) para la preciosa "Sometimes Always", posiblemente el mejor corte del disco, y Shane MacGowan (The Pogues) en "God Help Me". Del mismo modo que sucedió con los fiascos de las bandas antes citadas, "Stoned And Dethroned" es el típico caso de "disco que no estaría mal si fuera de cualquier otro grupo", pero dentro de la trayectoria de TJ&MC aun hoy suena adocenado, insulso y falto de inspiración. Y lo peor: su defensa sobre los escenarios españoles (en 1996, dentro de los primerizos Festimad y FIB respectivamente, donde muchos los veíamos por primera vez) empezaba a destilar un ligero olor de grupo dinosaurio, a años luz de la portentosa comparecencia del 92 y las grabaciones piratas que sus fans guardábamos como oro en paño.



Pero, desgraciadamente, en este sentido las cosas siempre podrían empeorar y dos años después, de nuevo en el escenario del FIB, TJ&MC escenificaron su defunción pública de una manera francamente bochornosa. Para el recuerdo de mis pesadillas particulares quedará aquel William Reid completamente borracho provocando una de las mayores dosis de vergüenza ajena que uno como fan tuvo que padecer en su vida. El motivo del mencionado esperpento era la presentación del discreto "Munki" (Sub Pop, 1998), agarrándose al deja vu por un lado y buscando fallidas vías de madurez por otro, para finalmente descender considerablemente su nivel hasta evaporar casi por cierto. Aun así dejan en su legado singles tan respetables como la pareja "I Love Rock'n'Roll" y "I Hate Rock'n'Roll" o ese revolcón por la oscuridad del rock'n'roll clásico de "Cracking Up", junto a homenajes y bromas como "Moe Tucker" o "Supertramp" y torpes intentos de enlazar la épica a su sonido como "Man On The Moon". Afortunadamente tardaron poco en disolverse.


Finiquitada su historia, ya en la década presente, se han editado varios discos de especial interés. Para no iniciados es más que recomendable la "21 Singles 1984-1998" (Warner, 2002), idílica para hacerse una panorámica global del grupo y constatar que, aparte de aventajados e imaginativos arquitectos sonoros, fueron unos de los mejores surtidores de canciones del último rock británico. Por otro lado la sensacional "The Complete John Peele Sessions" (Strange Fruit, 2000) -un impresionante documento que recoge vibrantes tomas en directo del repertorio de sus primeros trabajos- como "Live In Concert" (Strange Fruit, 2003)-ídem de la segunda etapa, inferior pero igualmente interesante- deberían de figurar en la discografía del fan que quiera ver y sentir las aristas de una banda esencial en cualquier lectura de la historia del rock. Esencial. Hmmm... dichosa palabra. Decía sobre el pop el periodista Nick Cohn en el mitifico libro "Awopbopaloomopalopbamboom" que "ha hecho caricaturas gigantes de la ambición, de la violencia, del amor y del inconformismo que han resultado ser las ficciones más poderosas y más precisas de este tiempo". Palabras éstas referidas a los estandartes de su momento de redacción (Stones, Kinks, The Who...), pero perfectamente aplicables a la percepción que de los protagonistas de estas líneas tenemos algunos de estos jovenzuelos que preferimos a Primal Screm sobre Zen Guerrilla. Y es que los Jesus And Mary Chain han significado, sí, "eso": el "joder, qué subidón", el "joder, qué bajón", el "joderos todos" y el "qué jodido estoy" comprimidos en rutilantes espejos musicales en los que mirarse de continuo, cuando las hormonas se hallan en óptimo punto de cocción. Espejos que el paso del tiempo no ha hecho sino situarlos en la misma lista de los Suicide, Who, Joy Division, Sex Pistols, Stones, Soinic Youth, etc., ese lugar donde no se discute si Pleasure Beach son mejores que White Stripes, porque un simple acorde de PJ Harvey los empequeñece hasta lo invisible e irrelevante. Sí, allá donde Jesus & Mary Chain ocupan ya plaza segura, y en el que Zen Guerrilla, pese a unas virtudes que nadie pone en duda, mucho me temo que nunca estarán. Lo siento, la tenía en la recámara de mi (cada vez más devaluada) arrogancia juvenil.