domingo, 29 de diciembre de 2013

FLAMIN' GROOVIES: LA MEJOR BANDA DE ROCK AND ROLL

Más truenos, 02/02/2013


“Los Groovies son la mejor banda
de rockandroll de todas las mejores
bandas de rockandroll”

Jaime Gonzalo, ex-director de Ruta 66

Si esto lo decía a propósito de “Way over my head”, pieza de pop incandescente pero menor y ya de su última y menos satisfactoria etapa, qué hubiera dicho de comentar alguno de sus temas mas logrados y flamígeros.

Es verdad que esto es una afirmación maximalista, realizada por un fan enfebrecido al toparse con un nuevo artefacto groovico, pero qué sería del rock sin alabanzas desmedidas como éstas, sin esos egos más consistentes que la ciudad de Petra, ¡¡si hasta Liam Gallager, el payaso de los Oasis se autoproclamaba a la altura de Lennon y Elvis!

Como siempre, como en todo estas manifestaciones epopéyicas alimentadas por la subjetividad más recalcitrante habrá que considerarlas a medias y acompañadas de una sonrisa de complicidad; ponderadas según el criterio y las sensaciones de cada cual, habremos de asentir el aserto que ya nos regalara nuestro antiguo profesor de Química de segundo de BUP, Don Manuel Serrano, de que “nada es verdad ni mentira, sino que todo depende del color del cristal con que se mira”.

Sí es cierto que los Groovies fueron (lo que queda ya sólo es un remedo insignificante de su grandeza pretérita) una banda ejemplar en las actitudes, talentosa y exquisita a la hora de la revisitación y memorable en la composición. Consiguieron como pocos conjugar la eterna y determinante dualidad Stones-Beatles con una clase inigualable, respetaron la tradición y fomentaron una devoción desmedida por el rock and roll clásico cuando todo empezaba a fenecer en pos de un sinfonismo inane, fueron vehementes en la interpretación en directo, donde alcanzaron su verdadero potencial y se autoexcluyeron de la dictadura de las modas de las cuales siempre renegaron. Ante todo fueron fans que hicieron de pasión virtud, que tocaban música para divertirse y poder escapar de la rutina que atenaza la vida de la mayor parte de los mortales; fueron festivos y hedonistas y buena parte de su mundo se reducía al aspecto lúdico de una existencia en la que no dudaban en perseguir cabezas adolescentes alocadas con canallas como Kim Fowley o proclamar en brillantes canciones que era frenética acción lo que necesitaban para estar eternamente felices y dichosos.

Los descubrí a propósito de “One night stand”, un refrito de antiguos éxitos, producido desde Australia por un fan, Meter Noble, que les dio la penúltima oportunidad donde resarcirse de un pasado reciente drogota y de expolio en los derechos de autor. En “One night stand” estaban confinadas perlas del calibre de “Shake some action”, “Slow Death” y algunas, magníficas, versiones de héroes como los Hoodo Gurus, The Who o Paul Revere and the Raiders. Informado de que en la banda sólo había dos componentes originales, Jordan y Alexander, y de que el guitarra y el batería eran dos mercenarios jóvenes a sueldo que estaban en las antípodas estilísticas de antiguos groovies, me dispuse a zambullirme en el universo de los de San Francisco sin dudarlo ni un instante. Si con esos mimbres “One night stand “ era un engendro altamente elocuente y disfrutable, me chupaba los dedos de sólo pensar lo que me podría encontrar accediendo a sus referencias míticas, aquellas acompañadas del semiactor Roy Loney o con el armonioso Wilson en su fecunda etapa británica al cobijo del gran Dave Edmund .



A partir de entonces me convertí en un fanático de los Flamin’ Groovies, adoptando en su nombre mi pseudónimo de guerra en cuestiones rockandrolleras, persiguiendo cualquier disco, reseña literaria, noticia en la que se descifrara los porqués del mito que les acompaña como leyenda de culto. Incluso durante años lucí orgulloso camiseta serigrafiada, vía fotocopiadora chapucera, con el frontal de esa obra maestra 5 estrellas, ese alegato guitarrero con más cool que la discografía completa de Miles Davis, que atiende por Now.

Me hubiera gustado extenderme más, contar algunas anécdotas que me ocurrieron en su nombre, mis problemas con una casa de discos de Madrid donde me hice con el Supersnazz o cómo gastarse los pocos dineros que se tienen de estudiante en importar discos desde Australia a más de 12 euros de los de 1988, pero el tiempo apremia.

Acompañaré no obstante toda la discografía oficial de los geniales…FLAMIN’ GROOVIES!!!!



Sneakers (1968)

Extended Play grabado en 1968, primera referencia groovie después de dejar atrás el nombre de Lost and found. La influencia del frontman Roy Loney, célula rockandrollera del grupo y artista diletante, se deja notar. Siete temas que divergen estilísticamente entre el country rock (“Golden clouds“) hasta el ragga ( “My yada“) pasando por el r&b psychedélico west coast (“The slide“) o el beat irresistible ( “I’ m drowning”). Los Groovies todavía parecían más una orquesta de salón capaz de poder con cualquier cosa que una banda que decididamente ha encontrado su rumbo.

Aún así debe considerarse un frugal y sabroso entremés.

Supersnazz (1969)


Si alguien ha comprado alguna vez en la tienda de Madrid Escridiscos le sonará la portada ya que es utilizada como bolsa de compra. Su mejor carátula y la más definitoria de la idiosincrasia groovie: 5 muñecos con sonrisas de oreja a oreja asiendo botellas de gas, cubos ardientes y cartuchos de dinamita a modo de baquetas. Ese espíritu festivo e incendiario que he comentado antes te lo encontrarás a espuertas en este magnífico decálogo de rock and roll mueve pistas ideal para poner patas a arriba cualquier fiesta mortecina y crepuscular. Sigue mandando Loney (no hay pega si firma temazos como “Love have mercy” o “The first one free“) dejando a Jordan algunas cositas de menor relevancia (“A part from that“,”Brushfire“). Entre tanto, el sándwich se complementa con algunas correctas versiones de clásicos americanos y con una excelente muestra de su poderío en las baladas (“Laure did it“).Los cimientos empiezan a ser firmes y el grupo se encuentra preparado y excelentemente engrasado para abordar empresas de mayor calado: los extraordinarios Flamingo y Teenage Head.

Flamingo (1970)

Abandonada la estancia en Epic la banda es acogida por el label Kama Sutra, cuyo primer trabajo es este fantástico Flamingo. Uno de los pilares de la leyenda Groovie, rellenito de potentes rockandrolles al modo Loney (“Gonna rock tonite“, “Second Cousin“), elocuentes y salvajes muestras de lo que una banda en plenitud de facultades puede llegar a conseguir con dos guitarras (vaya duelo entre Tim Lynch y Ciryl Jordan), bajo y batería y de cómo el punk comienza a tomar forma bastantes años antes de que Rotten y cía escupan por primera vez al público (“Headin for the Texas border“, “Road house“). Estos tíos son unas monstruos y le pegan por igual a los estandars littlerichardianos (“Keep a knockin“) que al rockandroll, que definiendo el protopunk, como de forma inopinada e insospechada se atreven y bordan una suite psychedélica a mayor gloria del sonido Canterbury.

Están en la cima de su poderío y todos nos hemos dado cuenta.



Teenage Head (1971)

Considerada por muchos la obra capital de los Groovies etapa Loney (después de este trabajo se larga con los Phantom Movers para seguir pergeñando rockandrolles chisposos y rutilantes y renacer su etapa teatral con viejos conocidos como el actor de la película Cabaret). Sea así o no Teenage Head es tan obligatorio como Flamingo y Supersnazz y tan bueno como cualquier excelente disco que puedas llegar a recordar. Quizá sea su disco más homogéneo estilísticamente hablando, el mejor secuenciado y el más claramente stoniano, lo que pueda haberle convertido en el más apreciado y valorado. Razones, como siempre, no faltan. Desde la slides de “High Fying Baby” hasta la sentida y exilemainstreetiana “Whiskey woman” todo encaja con perfecta sincronización. Teenage es rock setentero americano , ése que macera con certera combinación country, blues y garage, ése que llega a las entrañas y te hace seguir estremeciendo y disparando las glándulas sudoríparas y adrenalínicas. Mi debilidad: “Have you seen my baby?” Irresistible y espídico cover del genio Randy Newman. Un 10. A archivar junto al Sticky Finger, el Sailing Shoes de Little Feat y el Second Helping de Lynryd Skynryd.


Shake Some Action (1976)

Primera entrega de su etapa Beat británica producida por Dave Edmunds y su disco más conocido y valorado. Si hacemos caso a lo que se publica por ahí estamos ante el mejor disco concebido por la Invasión Británcia desde 1964, una leyenda del rock and roll desde el mismo momento de su publicación, 1976; una joya atemporal como pocas y el mejor tributo posible a los Fab4 de Liverpool.

Recapitulemos. La marcha de Loney tras Teenage Head, la detención por tráfico de cocaína de Tim Lynch y el abandono del batería Danny Mihm coloca a los Groovies al borde de la desaparición. Pero Jordan es un tipo duro de pelar que no abandona así como así y recluta para sustituirles a Chris Wilson (luego en Fortunate Son y Barracudas), James Ferrell y David Wright. El resultado es más que sorprendente por satisfactorio. Sin la perspectiva impuesta por Loney haciéndole sombra, Jordan se dedica a lo suyo, a componer en compañía de Wilson preciosas canciones pop con magníficas voces en la mejor tradición Everly Brothers, Beach Boys y Beatles de menos de 3 minutos (“Sometimes“, “You tore me down“, “I can’t t hide“) que atrapan toda la magia compositiva de Lennon/McCartney sin perder un ápice de personalidad groovica.

Como he mencionado antes las canciones sintonía beat se imponen, pero queda espacio para certeros disparos rockeros ( “St .Louis Blues” y “Dont’t you lie to me“), recuerdos nada nostálgicos de un pasado feroz. Mención especial merece la canción que titula al disco, una de sus mejores canciones de siempre que es como decir una de las mejores de la historia, la perfecta canción pop, insuperable carta de presentación de un disco espléndido a pesar de excluir uno de sus temas más alabados en ese periodo, “Slow Death“. Totem pop que sin embargo, a mi parecer, se verá superado con la publicación de su posterior trabajo.



Now (1978)

Si Shake es su disco Beatles, este es su insuperada colección Byrds. No albergo dudas, este es el mejor disco de los Groovies junto con Teenage Head, superior a Shake some action y uno de los mejores discos de rockandroll de todos los tiempos. Así, con dos cojones y un palito. Reconforta comprobar como lo atestigua también la Guía esencial del Punk y la Nueva Ola publicada por Rock Indiana.. Si esplendorosa es la versión Byrd de “Feel a whole lot better” cojonuda es “Move it“, si evocadora es “Take me back” impresionante es “Reminiscing“, si impecable es la versión Stones (“Paint it black“) mágica acontece “Dont’t put me on“. Luego están la saltarina y roquera “House of the blue light” y, en fin, para qué seguir. Todo aquí es sublime, perfecto, impecable.¿Y las guitarras?,¡Dios, qué guitarras!, ¡cómo suenan las de “Don’t put me on” y las de “Feel a whole“!. Y es que ésto no es un disco, es un homenaje a mayor gloria de la guitarra en todas sus modalidades.

Si no me crees, si piensa que exagero, deleítate con la foto de contraportada y hazte con este disco cuando vayas a comprarte el próximo. Lo dicho, un 11.




Jumpin’ In The Night (1979)

”Estoy escuchando este álbum después de 20 años, pero cada nota, armonía, guitarra de 12 cuerdas está prendida en mi memoria. Vi a los Groovies una docena de veces en 1980 y en cada show me golpeaba contra las vallas. Recuerdo a los músicos tocar guitarras de 12 cuerdas y bajos de 8. Eso era poder. Eso era pop, pero no power pop, era el Apocalipsis a base de jangle, garage, Beatles, Byrds y Stones. Por aquéllos entonces los Groovies tenían mucho más que ver con The Clash (siempre, afirmo yo. Nda) que con The Knack”. Quien habla así de este disco y de los shows que acompañaron a su publicación no es cualquiera. Es Steve Wynn, responsable de uno de los mejores discos de 80’s, “Days of wine and roses” con su banda “The Dream Syndicate” y un excelente conocedor de la Historia del Rockandroll.

Último trabajo de la trilogía inglesa, Jumpin´ supone un bajón respecto a sus impresionantes precedentes. Como ya dije una vez, no se puede estar firmando obras maestras cada año. Aun así el resultado es más que apreciable. Siguen en sus trece con las versiones de Beatles y Byrds (ahora también acompañan una de Dylan, “Absolute sweet Mary” y otra de Warren Zevon, “Warewolves of London“) y los temas propios son estupendos (“Jumpin’ in the Night”, “First plane home“) aunque no fantásticos. Lo que no ha cambiado son las guitarras que vuelven a ser fantásticas y despegan a la atmósfera tan rápido como el ozono. Jumpin’ supone el punto final a la edad aristocrática y dorada de su existencia. A partir de este momento las deserciones, las drogas y los múltiples problemas con las discográficas harán mella definitiva en la banda. Han sido años de rockandroll, de honestidad y sacrificio, de amoríos por una forma de vida que nunca les juzgó acertadamente y siempre les negó los logros que ellos merecieron. Pero nada de eso importa a los que como yo les seguimos adorando, fieles escuderos de su andanzas, porque ellos representaron mejor que nadie la honradez y la pasión del que ama el rockandroll por encima de todas las cosas. A modo de corolario, de síntesis subjetiva, “no fueron los más grandes pero sí los mejores”.



One Night Stand (1987)

De este disco ya he hablado en la introducción. Finiquitada la productiva y provechosa etapa británica, Jordan se encuentra una vez más solo en compañía de su fiel Alexander. Será otra vez un fan, Peter Noble, el que le rescate del olvido, esta vez desde Australia. One nigth stand es, como no podría ser de otra manera, una trabajo que huele a recalentado, consistente en poner al día las célebre canciones que le otorgaron prestigio y reconocimiento. Ayudados por un guitarrista más cercano al hard que al rock y el beat sesentero y por un eficiente batería, van desgranando éxitos imperecederos (“Shake some action” y “Slow death) conjugados con efectivas versiones de amigos (“Bittersweet“, de Hoodo Gurus) e ídolos de juventud (“Kicks” de Paul Rever and the Raiders) y “Call me Lightning” (Pete Townsed, The Who) aparte de un espídico “Money” y un sensacional “Tallahassie Lassie“. El resultado lejos de defraudar nos vuelva a congraciar con una banda que ha perdido definitivamente la brillantez pero que todavía e capaz de dar coletazos de buen rockandrol y hacernos pasar un rato extraordinario. Pongánle que quien tuvo, retuvo.



Step Up (1991)

Último trabajo original conocido (bueno hay otro por ahí de título Rock Juice que es Step Up modificado) y segunda referencia tras su regeneración australina. Algo más consistente que One night stand pero menos convincente por la ausencia de joyas del calibre etapa Sire. Todavía hay trallazos (“Way over my head“, “She’s got a hold on me“, “Can’t stay away from you“) que harían palidecer toda la discografía de epígonos como Fortunate Son y Barracudas, mas hace tiempo que el duende creativo de enjundia les dejó de visitar. Norma es acompañar la producción propia con excelsas versiones. En este caso los homenajeados, bien es cierto que con poco brillo, son Dave Edmund (“Land of the few“) y una enésima y anodina recreación del “Milcow Blues“. Si en todos sus discos hay alguna sorpresa, las de este son un sentido homenaje a Lennon con título elocuente y parco: “Thanks John” ; y un agradecido tributo a la tierra que les acogió recientemente y les brindó su cariño, “Way down Under“.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

THE LEFT BANKE: CAMPEONES DEL SUNSHINE / BAROQUE POP


Gracias al interés que despertó el fenómeno sunshine / baroque pop en la pasada década algunos pudimos conocer a The Left Banke, responsables de algunas de las más cotizadas perlas del género. Principalmente conocidos por la pareja de hits "Walk Away Renée"/"Pretty Ballerina", The Left Banke distan mucho de ser el típico one-hit-wonder que editaba LPs con el éxito de turno y lo hacían acompañar con un montón de versiones de grupos y solistas populares en la época (ya se sabe: un poco de pop al estilo de la British Invasion, otro poco de soul, algún clásico del rhythm and blues, etc.) The Left Banke eran perfectos artesanos de pop barroco de los sesenta y ello lo demostraron en dos álbumes (sobre todo el primero) que no tienen desperdicio alguno, los dos con material propio que, pese a las inevitables influencias, tenía un carácter absolutamente personal e intransferible.

La margen izquierda del Hudson

The Left Banke se formaron en Nueva York cuando se juntaron en los estudios World United el teclista Michael Brown, el guitarrista George Cameron, el bajista Tom Finn, el batería Warren David-Schierhorst, y el vocalista Steve Martin, que en realidad se llamaba Carmelo Esteban Martín Caro y era hijo de la cantaora y guitarrista almeriense de flamenco Sarita Heredia. Dichos estudios de grabación pertenecían al padre de Brown, hecho que marcó la obra del The Left Banke, caracterizada por una meticulosa producción musical consecuencia de la ventaja que suponía de tener un acceso virtualmente ilimitado a unos estudios de grabación.



Con dicha ventaja y con el talento como compositor y sobre todo arreglista de Michael Brown The Left Banke consiguieron facturar un elegante pop sesentero aderezado con una gran variedad de instrumentos clásicos como el violín, el clavicordio o el oboe que elevaron al rock a cotas de refinamiento nunca antes conocidas. Especialmente característicos de The Left Banke eran los arreglos de cuerda que llevaron a algunos críticos musicales a aplicarles la etiqueta de "Bach-rock" en vez de "baroque", aprovechando la similitud fónica de ambos términos en inglés.

Entre sus influencias estaban las bandas de la llamada Invasión Británica, especialmente en su faceta más pop, como los Beatles, los Hollies o Herman's Hermitt. Pero fueron especialmente The Zombies, banda también liderada por un teclista, Rod Argent, quienes con sus armonías vocales y sus elaborados arreglos clásicos y jazzísticos, más influenciaron a los neoyorquinos. A esto hay que sumarle las influencias autóctonas de las bandas pioneras del sunshine pop americano como los Beach Boys, sobre todo del Pet Sounds.


Aléjate, Renée

Después de que los primeros temas de The Left Banke ("I Haven't Got The Nerve", "I Got Something On My Mind") no consiguieran atraer el interés de ninguna compañía discográfica, Michael Brown disuelve la banda y se marcha a California. Pero el resto del grupo recupera un tema que Brown dejó a medio hacer, "Walk Away Renée", y completan su grabación publicándola como single con "I Haven't Got The Nerve" como cara B. Corría el año 1966 cuando "Walk Away Renée" se convirtió en un hit llegando a ser número 6 de las listas norteamericanas. La canción era el arquetipo de la fórmula musical que usaría a partir de entonces The Left Banke: preciosismo en los arreglos orquestales y sonido y letras melodramáticas. En cuanto a la inspiradora de tan bella tonada, no era otra que Renée Fladen, novia del bajista Tom Finn y de quien Michael Brown se había sentido muy enamorado. El morbo estaba servido. Finalmente, ante el inesperado éxito, Brown vuelve y rehace el grupo que graba otro single "Pretty Ballerina/ Lazy Day". Esta vez el single llega al puesto 15 de las listas. No estaba nada mal para una banda que acabaría convirtiéndose en una cult-band con el paso del tiempo.



Pronto llegó el primer álbum, que como ya he mencionado más arriba es una obra maestra del género. Publicado en 1967 y titulado Walk Away Renée/ Pretty Bellerina (se supone que para aprovechar el tirón comercial de estas dos canciones), rompe el hielo con la delicada "Pretty Ballerina" que se apoya en un inolvidable fraseo de piano y un brillante diálogo entre instrumentos de viento y cuerda. "She May Call You Up Tonight", al parecer también inspirada por la citada Renée Fladen, tiene un aire más rhythm'n'blues y está adornada por un excelente juego de voces. También tiene raíces soul y rhythm'n'blues "I've Got Something On My Mind" a pesar de estar atravesada de cuando en cuando por auténtica música de cámara. Por su parte, "Barterers And Their Wives" tiene aires de folk británico y música renacentista.  En cambio, en "Let Go Of You, Girl" tiene marcada influencia del pop jazzy al estilo de The Zombies.  Mucho más americana suena "What Do You Know?" donde The Left Banke ensayan un estilizado country-rock. La fuerza bruta del rhythm'n'blues se vuelve a imponer al refinado barroquismo en "Evening Gown" y en "I Haven't Got The Nerve" mientras que la psicodelia asoma en "Lazy Day" (ese fuzztone suena absolutamente glorioso) y en la melancólica "Shadows Breaking Over My Head". Todas ellas son dignas acompañantes del hit "Walk Away Renée", que abre la segunda cara del disco.

Segunda venida

A pesar del éxito de los dos singles anteriormente citados, esa gran obra maestra del pop barroco crepuscular que fue el primer LP de The Left Banke solo alcanzó un discreto y decepcionante puesto 67 en las listas de álbumes de EE.UU. Es probable que esto contribuyera a acentuar las tensiones entre Michael Brown y el resto de la banda. Así, Brown se separa de la banda para dedicarse a la composición y a tocar en estudio pero sigue usando el nombre de la banda lo que genera malestar en el resto del grupo. 

Tras la separación Michael Brown edita el single "Ivy, Ivy / And Suddenly" que es boicoteado por el resto de la banda desde su club de fans. Esto causa que el sencillo no fuera promocionado por la compañía de discos y que por tanto tuviera nula repercusión comercial. No obstante, hay que señalar que "Ivy, Ivy" es una hermosísima y misteriosa canción de ambiente onírico y con unos excelentes arreglos de trompeta. Y en cuanto a "And Suddenly" es una buena pieza de pop con influencias soul y con algo menos del habitual artificio gastado por la banda y que tiene un aire como de banda sonora de telefilm de la tarde del sábado.




 
Pero poco después el grupo hace las paces y graban todos juntos "Desiree" la pieza musical más ambiciosa de esta segunda época, donde los arreglos de viento y cuerda parece que proceden de toda una orquesta sinfónica que estuviera respaldando a la banda. Después siguió un segundo LP, The Left Banke Too, al que la critica suele considerar inferior al primero, pero que, si en verdad es inferior a esa obra maestra que es "Walk Away Renée / Pretty Ballerina", es por poco. Cierto es que la artificiosidad es mayor pero es que The Left Banke y eso que se ha venido en llamar Sunshine Pop eran así: o lo tomas o lo dejas. No obstante, la artificiosidad del pop barroco como el de The Left Banke nada tenía que ver con la épica asfixiante del rock sinfónico pues las canciones a pesar de sus sofisticados ropajes no pierden la ligereza del pop y la mayoría no pasa de los 3 minutos.




Sea como fuere, en The Left Banke Too hay pop directo y desenfadado en la pegadiza "Goodbye Holly", hay psicodelia preciosista en "Dark Is The Bark", folk con aires medievales en "Men Are Building Sand", pop jazzy a la manera de The Zombies en "My Friends Today", desparpajo soul en "In The Morning Light", ritmos swing al estilo de los Lovin' Spoonful en "Bryant Hotel" o "Give The Man A Hand", influencias del Sergeant Peppers de los Beatles en "Nice To See You" y baladas con toques progresivos en "There's Gonna Be A Storm".



Ni que decir tiene que este segundo disco tuvo aún menos repercusión que el primero y que motivó la definitiva separación de la banda en 1969. No obstante Michael Brown y Steve Martin se las arreglaron para sacar todavía un single más con el tema "Myrah", melodramática pieza de pop y enésima canción de los Left Banke con nombre de mujer, en la cara A y "Pedestal", puro folk-rock ácido al estilo de San Francisco, en la cara B. Tras años de separación llegó en 1986 una reunión de la banda y un LP, un gesto ya absolutamente testimonial. Últimamente han aparecido algunos miembros de la banda en público juntos, por aquello de la nostalgia. Lo que sí es altamente recomendable es hacerse con una copia del maravilloso recopilatorio There's Gonna Be A Storm con todas las grabaciones de The Left Banke, 26 canciones entre las que no hay ni una sola que se pueda tildar siquiera de mediocre.





Con el tiempo la incomprendida postura musical de The Left Banke, como pasó con The Zombies ensombrecidos por los Beatles y los Stones, se llegó a poner de moda en ciertos círculos del pop alternativo (ahí están los estupendos Ladybug Transistor, también de Nueva York como The Left Banke, para dar fe de ello). Al final va a resultar cierto que el tiempo pone cada uno en su lugar.


jueves, 28 de noviembre de 2013

LOS SHAKERS, AGITADORES BEAT QUE ROMPEN TODO

Matias Querol

Inicios

Los Shakers nacen como agrupación de rock a mediados de la década del 60 en Montevideo, Uruguay. A tono con la movida beat instalada en el mundo por entonces, los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso, Roberto Capobianco y Carlos Vila dan vida a este cuarteto pionero del rock en español.

Influencias inevitables de la música anglosajona

Los Shakers, como el título de la agrupación lo revela, cantaron durante su carrera casi en su totalidad canciones en lengua anglosajona, salvo excepciones. Al escuchar Los Shakers resulta inevitable no compararlos con The Beatles o The Byrds como influencias que saltan a la vista en la primera escucha. El vestuario y los religiosos flequillos elegidos también se asemejan mucho a The Beatles. Si bien Los Shakers cantaron la mayoría de sus composiciones en inglés, cabe incluirlos en la órbita del rock en español; sobre todo por ser uno de los primeros proyectos musicales de rock en el continente americano de habla hispana.


Primer single que "rompe todo" lo establecido

En el año 1965 se edita el primer single de Los Shakers Rompan todo que incluía la canción que más tarde sería sello distintivo de toda una generación que quiso cuestionar las reglas de lo establecido. “Rompan todo” es elocuente de cómo la energía y el impulso juvenil trataron de hacerse valer frente a modelos de vida arcaicos que clamaban por su renovación. La letra de “Rompan todo” puede ser vista- con la ventaja iluminadora que da la perspectiva histórica- como quiebre total de las estructuras dominantes de vida.

"Rompan todo" conjugado en plural

Es interesante resaltar el uso del plural ("nosotros") en la canción como una manera de invitar a los jóvenes todavía estructurados y aun no tocados con el poder agitador de lo nuevo, "Come on shake with us, great fun tonight". Fun People, agrupación argentina liderada por Boom Boom Kid, reversionaron muchos años después un cover ultra-potente de "Rompan todo".

Los Shakers, primer álbum de estudio

El primer álbum de estudio LP editado por el cuarteto beat fue Los Shakers (1965), trabajo discográfico que contenía el ya lanzado en formato single "Rompan todo" además de otros hits como "Don't ask me love", "The longest night", "I'm thinking". Cabe destacar que el hecho de cantar las canciones en inglés fue para la época el modo que tuvieron estos intrépidos uruguayos de poder salir a escena y fundar las bases de la sonoridad rock en español que más tarde afloraría sin interrupciones. Un dato curioso lo da el hecho que en 1966- un año después de la salida de su primer LP- la compañía discográfica decide llevarlos al mercado estadounidense de la mano del hit "Break it all" y una versión castellanizada de "Ticket to ride" de The Beatles.


Shakers for you, segundo álbum de estudio

El segundo álbum de estudio de Los Shakers marcaría un giro en la sonoridad más clásicamente beat del primero. Shakers for you fue el título elegido por Los Shakers para su segundo álbum inspirado en buena parte por la renovación psicodélica de entonces y acaso por la pérdida abrupta de la inocencia en un mundo convulsionado. La búsqueda interior de sensaciones nuevas comenzaba entonces a manifestarse en canciones que daban lugar a tomarse licencias compositivas como armonías más complejas y disonancias. Algunas canciones que fueron parte de este álbum fueron: "Never, Never", "The child and me", "Hear my words", "Too late", entre otras. La última canción del álbum, "I hope you like it", lleva al oyente a un estado hipnótico e incorpora elementos sonoros atonales como tosidos humanos al comienzo, innovadores para la época.

La conferencia secreta del Toto's bar, psicodelia para todo el mundo

El tercero y último álbum de Los Shakers, La conferencia secreta del Toto´s Bar (1968), es sin duda una de las obras maestras conceptuales de las agrupaciones del rock en español como La Biblia(1971) de Vox Dei en Argentina o Los Speakers, en el maravilloso mundo de Ingesón (1968), de los colombianos Los Speakers, álbum que cuenta con la inclusión de un dibujo del escritor argentino Julio Cortázar en el arte de tapa.



La conferencia secreta del Toto's bar, psicodelia + candombe

La conferencia secreta del Toto's Bar está considerado uno de los álbumes más representativos de la época de la psicodelia mixturada con ritmos rioplatenses como el caso de "Candombe", cantada en inglés pero complementada de instrumentaciones de percusión como tumbadoras que terminan logrando una sonoridad única e irrepetible. Otra de las canciones de este álbum que marcaron a fuego los finales de los ´60 fueron "The Shape oh the rainbow", "I remember my world" y "Mr Higway", entre otras.


"I remember my World", búsqueda individual de liberación

"I remember muy world" se descubre a sí misma como la búsqueda individual de liberación y experimentación sensorial al modo de "Nothing gonna change my world" de la canción "Across the universe" de sus admirados The Beatles. El mundo pasa a ser "mi mundo" interior. Notable es la primera canción del álbum "La conferencia secreta del Toto's bar- a propósito lugar similar a La Cueva de Argentina donde se juntaba la bohemia- cómo quiebra el ritmo y el género al promediar la canción virando hacia un jazz nocturno y trasnochado que connota precisamente el discurrir de horas y horas nada "útiles" para una mente adiestrada en la obligatoria producción.


Los Shakers, nuevas décadas

Por último, Los Shakers deciden separase en 1969 y emprender nuevos proyectos. Los hermanos Fattoruso arman un álbum que vira hacia la música brasilera como la bossanova. La Bossa Nova de Hugo y Osvaldo (1969) es el álbum resultado de esa nueva etapa. En 2000 se edita Por favor álbum recopilación de todos sus trabajos de estudio que surgieron en la segunda mitad de la década del 60. En el año 2005 vuelven a juntarse los agitadores de la rebeldía (ya con 40 años más de la edición del primer álbum) y editan Bonus Tracks. Este trabajo contiene muchas canciones cantadas en español y una versión de "Rompan todo" con piano acústico. A finales de julio de 2012, el rock en español recibe la triste noticia de la partida para siempre de los escenarios de Osvaldo Fattoruso. Los Shakers, agitadores beat que rompen todo.

martes, 26 de noviembre de 2013

ANTON BARBEAU WITH THE BEVIS FROND. "KING OF MISSOURI" (2003). Perfecta pieza de power pop contemporáneo


Artista poco publicitado (solo hay que ver el escaso material que hay de él en You Tube), algunos supimos de su existencia gracias al difunto Scott Miller de Game Theory/The Loud Family. Y es que Anton Barbeau y Scott Miller eran de la misma ciudad (Sacramento, en California) y además grabaron un meritorio LP a medias What If It Works (2006). Pues bien, Barbeau en cuanto a power pop y rock con melodía se refiere bien podría, en ausencia del líder de The Loud Family, ser coronado como rey de Sacramento. 



Su LP de 2003 King of Missouri es buena muestra de su talento. El disco es una explosiva mezcla de pop-punk nuevaolero, cierto toque de noise-pop/grunge de los 90 y psicodelia (no en vano el grupo que le acompaña en la grabación son los Bevis Frond de Nick Saloman). La canción que da título al álbum es un torpedo de adrenalina que recuerda al mejor maridaje entre el power pop y el punk. Alegre, directa y breve (apenas sobrepasa los dos minutos) deja al oyente con la miel en los labios y con ganas de más. Con "Sweet Creature, What's Your Name?" tanto las voces como las guitarras, inspiradas por el grunge de los 90, se vuelven más hirientes. Pero si una canción resalta sobre las demás ésa es "Octagon", perfecta pieza de pop que recuerda en los acordes al "Just Like Heaven" de los Cure aunque envuelta en guitarras algo más angulosas. De este tema, sin duda el corte estrella del disco, hay una versión bastante curiosa (algo más experimental, llena de ecos y distorsión) que aparece en recopilaciones de power pop como la muy recomendable Yellow Pills, concretamente en su volumen IV,y también en una colección de rarezas de Anton titulada The Golden Boot y que data de 2001.


Algo de más calma introduce en el álbum "The Clothes I Want To Wear", una pieza de aire más folkrockero. Le sigue una pequeña perla pop, "I Remember Everything", otro de los puntos álgidos del disco y donde Barbeau demuestra que él solo (el resto de la banda únicamente se hace presente en los estribillos) es capaz de dar vida a una gran canción, como buen singer/songwriter que es. La vena psicodélica se concentra en una tema largo, "Sylvia Something", en el que el acompañamiento de The Bevis Frond brilla con luz propia y en el que Anton se luce especialmente como letrista (ese juego de palabras del estribillo... Sylvia something between us). Del resto se puede destacar el jangle-pop de "It's Okay" o el redondo folk-rock de "I'm Always Offending My Sensitive Friends" o la más garagera "I Don't Like You".  Lo dicho: power pop de ese que no mira tanto a los 70 y que ensancha los moldes del género.



miércoles, 30 de octubre de 2013

EL GRAN WILKO JOHNSON APROVECHA SUS ÚLTIMOS MESES DE VIDA

Carlos del Riego
Tam Tam Press, 23/09/2013



Aquejado de cáncer terminal y, por tanto, con sus días contados, el ex guitarrista de los mejores Dr. Feelgood ha optado por emplear el tiempo que le quede haciendo lo que sabe: tocar la guitarra.

A finales del año 2012 el extraordinario guitarrista británico Wilko Johnson fue diagnosticado de cáncer de páncreas, y en enero de 2013 le auguraron diez o doce meses de vida. El artista decidió no tratarse, prescindir de quimioterapias, radioterapias y cualquier tipo de tratamiento y aprovechar el poco tiempo que le quede para tocar, para ofrecer una última gira y grabar un último disco, algo parecido a lo que hizo en su momento Joey Ramone. Por muy sorprendente que parezca, apenas ha trascendido el negro futuro de Johnson más allá de Inglaterra.

Quienes tengan cierta edad recordarán a aquel guitarrista de gestos nerviosos y espídicos que tocaba sin púa, y con personalidad arrolladora, en aquellos maravillosos Dr. Feelgood de mediados de los setenta del siglo pasado. Wilko (en realidad John Wilkinson) asombró por su estilo en los dos primeros álbumes de los Feelgood, y dejó boquiabierto a todo el mundo con el insuperable Stupidity (1976); éste es ya un disco legendario, un trabajo registrado en riguroso y apasionado directo, de esos que impactan en todo el mundo (el tema Roxette, que había salido en su primer LP, puede sonar en cualquier lugar en cualquier momento) y que, a diferencia de lo que se hacía en Inglaterra entonces, apostó por una combinación de rock and roll frenético, rythm & blues robusto, canciones encendidas y dinámicas…, todo gracias a un cantante de voz aguardentosa pero inconfundible (Lee Brilleux, también gran armónica, murió de cáncer hace 20 años), una solvente sección de ritmo y un guitarrista absolutamente único. Las principales influencias de Johnson fueron muy clásicas tanto en el terreno de la composición como en el de la interpretación: Leiber y Stoller, Bo Diddley, John Lee Hooker, Solomon Burke, Chuck Berry…, sí, Wilko supo construirse un estilo propio aprovechando las ‘enseñanzas’ de estos maestros (y es que no hay nada como la formación clásica).



Después el guitarrista prefirió un camino distinto e intentó montar otra banda, pero finalmente fue a parar al lado de Ian Dury, convirtiéndose en uno de sus Blokheads durante un par de años. Luego se llevó al bajista Norman Watt-Roy (un auténtico prodigio con aspecto de Cuasimodo) con el que sienta la base de su grupo definitivo, Wilko Johnson Band. Puede que nunca alcanzara ni la mitad de lo que consiguió en aquellos primeros años de Dr. Feelgood, pero sí que llevó el más excitante y auténtico rock & rythm blanco por escenarios de todo el mundo; quienes tuvieran la oportunidad de ver en acción a Johnson y Watt-Roy no tendrán sino palabras de admiración y agradecimiento, pues son dos tipos nacidos para la música, dos hombres felices en escena que hacían felices a los amantes del rock con certificado de calidad.

Curiosamente se puede afirmar que Wilko Johnson nunca fue lo que se dice un virtuoso del solo de guitarra, uno héroe inalcanzable en medio de un decorado grandioso, nada de eso; y aunque podía tocar acordes y punteos casi a la vez gracias a que sólo sus dedos tocaban las cuerdas, siempre ha parecido un músico cercano, un tipo que deja salir todo lo que tiene dentro en cada actuación, pues era (es) ahí donde se comprobaba que sus modos atendían más al corazón que a la cabeza. Como si él también estuviera conectado a una fuente de energía, en escena todo el mundo quedaba hipnotizado mirando sus manos, frenéticas, precisas, como con vida propia…, y eso que tiene que resultar más que difícil pulsar cuerdas mientras los pies dan impresión de padecer ‘el baile de San Vito’, corriendo, saltando, hacía aquí, por allá…, imposible la quietud.

Desgraciadamente el guitarrista ha tenido que suspender las últimas actuaciones de su gira y, aunque está grabando (dicen que junto a Roger Daltrey de The Who), todo parece indicar que las previsiones van a cumplirse y pronto entrará en la leyenda. Ojalá tenga tiempo para hacer otro álbum…, o dos.

¿Quién no pagaría a precio de oro por verlo haciendo un Back in the night otra vez?

martes, 29 de octubre de 2013

LOU REED Y LOS "ELECTROSHOCKS"

msn, 28/10/2013


El recién fallecido cantante sufrió en su adolescencia la intolerancia de la época, que llevó a sus padres a tratar de "curar" su comportamiento homosexual en centros psiquiátricos de Nueva York.

El músico recientemente fallecido Lou Reed fue víctima en su juventud de una idea que todavía hoy perdura: que ciertos comportamientos, cuando no se ajustan a la norma, son producto de enfermedades. Lo pagó caro, pero el sufrimiento que le provocaron le inspiró para algunas de sus canciones.

Corría el año 1956 y los padres de Lou Reed detectaron que su hijo tenía tendencias homosexuales. Por aquel entonces, la homosexualidad estaba considerada como una enfermedad y un peligro social por gran parte de la opinión pública. De hecho, la OMS no la excluyó de su catálogo de enfermedades y problemas de la salud hasta 1990. En España, todavía tenían vigencia las teorías del psicólogo Antonio Vallejo-Nágera, que identificaban a los comunistas con una genética defectuosa. Otro tanto con mujeres y homosexuales.

En este ambiente, la familia de Reed lo llevó a un centro psiquiátrico de Nueva York donde (algo habitual en la época) se utilizaba el tratamiento de electroshocks para reconducir las conductas "desviadas". Ciertamente, aquello servía, puesto que las descargas eléctricas desdibujaban hasta la mínima expresión la personalidad del "paciente".

En el libro sobre la historia de la música moderna Por favor, mátame, Lou Reed explica la sensación que le dejaban aquellas prácticas: "El efecto es que pierdes tu memoria y te conviertes en un vegetal, no puedes leer un libro porque llegas a la página 17 y tienes que volver a la página 1 de nuevo". Y tal cual lo contó años después, en una canción de letra devastadora, "Kill Your Sons" ("matar a tus hijos"), en la que el cantante relata su experiencia en los centros psiquiátricos a los que llevaron sus padres.

El documentalista Adam Curtis relata en su película It Felt Like a Kiss que el artista se sentía vacío y deprimido durante esta terapia y que, tiempo más tarde, quiso retratar sus sentimientos en su música. Canciones como "I'll Be Your Mirror", cantada por Nico,reflejan el duro trance, las duras huellas que le dejaron la experiencia y la necesidad de ser sacado de ese pozo de angustia: “Cuando pienses (...) que eres retorcido y desagradable, permíteme mostrarte lo ciego que estás” .

Una historia no tan lejana

La historia de adolescencia de Lou Reed puede ser una curiosa anécdota musical, pero de hecho es solo una muestra de hasta dónde puede llegar el convencimiento de que la diversidad humana (sexual, en este caso) es un comportamiento asocial que debe ser tratado psiquiátricamente. En el caso de la homosexualidad, las cosas han cambiado, pero todavía siguen publicándose numerosos libros, con teorías de autores con doctorados, que proponen curas para la homosexualidad.

El pasado marzo, salió a la luz un ejemplo extremadamente sádico de estas prácticas, que tuvo lugar en Sudáfrica. El joven Raymond Buys (de 15 años de edad), que había participado en un campamento de carácter militar para “masculinizar” adolescentes, moría tras haber sufrido desnutrición, palizas y vejaciones de todo tipo.

El año pasado, tras 37 años de actividad, la organización cristiana Exodus cerró sus puertas y pidió perdón a los miles de afectados que habían pasado por sus campamentos para sanar sus tendencias homosexuales. Esta decisión tuvo lugar después de que California se convirtiera en una administración pionera, al prohibir las “terapias” que tuvieran como objeto convertir a gays en heterosexuales.

Tan solo es una pequeña aunque trágica muestra de que, pese a los avances, parte de la sociedad trata de encajar la homosexualidad en su mundo, pero a palos, como al pobre Lou Reed adolescente, que en paz descanse.

lunes, 28 de octubre de 2013

MUERE LOU REED, LA VOZ SALVAJE DEL ROCK

El País, 27/10/2013

El cantante fue autor de una obra en solitario excelsa y nada convencional


Fue el icono del rock salvaje e intelectual, el músico que, con su voz chula y su mirada sin fondo, hizo añicos la camisa de fuerza de los convencionalismos y la moral de la rígida sociedad norteamericana de segunda mitad del siglo XX. Fue el vicio y la soledad, el exceso y el nihilismo, el delirio y la cruda realidad. Fue, simplemente, Lou Reed, el poeta de verso afiliado como una navaja, y eso es hablar de una de las partes más apasionantes e influyentes de la historia de la música popular.

Pero el eterno espíritu inconformista e independiente ha muerto. La revista musical Rolling Stone ha informado de que el cantante neoyorquino ha fallecido a los 71 años edad. Poco después, su agente británico, Andy Woolliscroft, ha confirmado la noticia al diario The Guardian. El cantante había recibido un trasplante de hígado en mayo, del que se estaba recuperando, pero se desconocen por ahora las causas del fallecimiento.

Su muerte supone un duro adiós para los aficionados al rock. Porque Reed era una de las voces más célebres de la historia de la música, autor de una obra en solitario excelsa y nada convencional, pero también conocido y respetado por ser el fundador de The Velvet Underground, una de las formaciones más influyentes de todos los tiempos, verdadera banda rupturista en el arte musical.

Nacido en marzo de 1942 en el barrio de Brooklyn, Reed era un genuino neoyorquino, que creció bajo la influencia de los vibrantes sonidos del doo-wop y el rhythm blues que inundaban las calles de Nueva York, siendo Frank Valli & The Four Seasons una de sus formaciones de cabecera. Amante de la literatura, pronto mostró gran interés por las letras. En la Universidad de Syracuse, conoció al poeta Delmore Schwartz con el que entabló una buena amistad e impulsó su pasión por la lírica. Reed era el típico estudiante que cuando le decían siéntate, él se levantaba, pero tenía el talento para rastrear las sensaciones de su entorno. Y, por eso, fue diferente.

Esa combinación musical y literaria forjaría la personalidad indescifrable de un adolescente de carácter introvertido y problemático, que fue sometido a terapias de electroshock por su familia y que encontraría en el rock’n’roll, como tantos jóvenes, su vehículo de escape pero también su lugar de identificación. En 1964, instalado en Nueva York tras su paso universitario, fundó, junto con John Cale, The Velvet Underground, la banda apadrinada por el artista plástico y cabecilla de la modernidad estadounidense, Andy Warhol. A ellos se unieron Sterling Morrison y Maurren Tucker.


El grupo nació como una formación de rock de vanguardia en tanto en cuanto rompieron con todo. Literalmente, lo hicieron: rompieron, y su paso revolucionario lo llevaron a cabo a golpe de guitarras estridentes, viciadas en su rock primitivo, y ofreciendo unas estampas urbanas desoladoras y salvajes, donde se le dedicaba una canción a la heroína y se hablaba sin cortapisas de los excesos de la vida trasnochadora. Las cosas como son: Lou Reed dejó a John Lennon, Bob Dylan o Mick Jagger como auténticos niños buenos. Porque el universo de la Velvet era un mundo lleno de sórdidas vidas que sonaban en el reproductor musical como un puñetazo en la mesa, como un chutazo de rock y poesía, que hacía caerse como un castillo de naipes los preceptos puritanos y bien pensantes de la sociedad norteamericana de los sesenta. Si Dylan o los Beatles liberaban tu mente, la Velvet de Reed te la explotaban.

Pero la repercusión de la banda neoyorquina por excelencia apenas salió de los clubes nocturnos de Manhattan. Para el negocio, eran como un tiro en el pie. Pero su influencia fue descomunal. El punk neoyorquino liderado por The Ramones o Richard Hell le deben casi todo, pero también tantas generaciones de músicos independientes de los ochenta y los noventa. Tras despedir a Warhol y a Nico, la cantante que Reed detestaba, Reed se hizo más influyente en la banda y salieron White Light/White Heat, The Velvet Underground, el álbum que más llevaba su sello, y Loaded. Pero en 1971 se iría del grupo para tirar por su cuenta.

En 1972, empezó su carrera en solitario con un disco que llevaba su nombre pero no fue hasta la publicación de Transformer ese mismo año cuando volvió a darle la vuelta al concepto de canción rock, con la recreación de su mundo de travestis, drogadictos y desamparados de la ciudad. Una obra maestra, que se desarrolla como un paseo por el envés del sueño americano. A este trabajo pertenecen Vicious, A perfect day y Walk on the wild side, posiblemente su canción más conocida. Con este disco, como una afrodita atómica, se convirtió en estandarte del futuro glam-rock. David Bowie o Marc Bolan no tardaron en reivindicarle.

En 1976 abandonó la discográfica RCA y firmó con Arista, con la que buscó una nueva imagen y un nuevo sonido con discos como Street Hassle o The bells, sin lograr grandes ventas pero sí recuperó su reputación artística. En los ochenta regresó a la RCA en una nueva etapa más reflexiva y pausada con discos como The blue mask, New Sensations y Mistrial. Pero fue en 1989 cuando volvió a dar muestras de un talento compositivo de primer nivel con la publicación de New York, otro retrato oscuro e impactante de la ciudad que nunca duerme. En 1992 Magic and loss; en 1996 Set the twilight reeling, producido por él mismo, y en 1998, Perfect night live in London, un magistral álbum grabado en directo en Londres en julio de 1997, en el que hace un recorrido por su carrera. En 2000 presentó Ecstasy y un libro, que reunía todas las letras de sus canciones, titulado Past Thru Fire.

En este año estrenó POEtry, basado en cuentos de Allan Poe, poeta al que admiraba. Se convirtió en espectáculo musical en 2003 en The raven, donde colaboró David Bowie y Laurie Anderson, su compañera sentimental, entre otros. Siempre inquieto artísticamente y muy interesado en la meditación, tuvo otras aficiones como la fotografía, afición que comenzó en los setenta, durante sus largas giras, y bajo la influencia, según reconocía, de Andy Warhol, Billy Linich y Wim Wenders.


domingo, 27 de octubre de 2013

MICK JONES: "TENÍAMOS DOS CARAS: LA NIHILISTA, QUE QUERÍA DESTROZAR TODO, Y OTRA MUY SENSIBLE "

Rollingstone.es, 11/09/2013

De izquierda a derecha: Mick Jones, Paul Simonon, Topper Headon y Joe Strummer, de The Clash.

Tres décadas después de ser despedido de The Clash, Mick Jones vuelve a dar entrevistas para hablar de la banda que formó en plena explosión punk británica y que sentó cátedra sobre cómo funcionar sin reglas ajenas. “En el momento no fuimos conscientes de lo influyentes que éramos”, dice este londinense de 58 años, con poco pelo pero muchas ideas en la cabeza. El motivo de esta reaparición son dos lanzamientos: por un lado The Clash hits back, un recopilatorio con el mismo repertorio de éxitos de un célebre concierto de la banda en Brixton, en 1982  (pero ojo, no es un directo); y, por otro, The Clash: Sound system, una caja con sus cinco álbumes clásicos -con el sonido minuciosamente pulido, además de caras b, un DVD con imágenes inéditas, un libreto… Ambos han sido cuidados con mimo por este guitarrista junto al bajista Paul Simonon, los fundadores supervivientes de The Clash tras el fallecimiento de Joe Strummer, en 2002.

“He disfrutado mucho repasando todas nuestras canciones, pista por pista”, dice Jones sobre su meticulosa labor como arqueólogo musical, para esta extensa colección retrospectiva. Mientras esta banda ponía todo patas arriba con su rock combativo no hubo tiempo para la reflexión o la pausa: de su primer ensayo en un almacén en Camden, en el verano de 1976, a su primer contrato con una multinacional, por 100.000 libras (unos 115.000 euros), pasaron escasos nueve meses. Y apenas un lustro después la banda ya llenaba estadios en EE UU, poco antes de desintegrarse. Mick Jones habla del sentimiento de culpabilidad que les creó el éxito, del disco que quedó por hacer o de lo que realmente mantuvo encendida la llama de The Clash: sus pachangas de fútbol. 

¿Has sentido nostalgia al reunir material para esta caja?
No, porque he estado más centrado en cuestiones prácticas. Han sido tres años de mucho trabajo repasando las cintas originales, entre las que ha habido que arreglar más de una. Hemos utilizado la tecnología más puntera para que estos discos suenen mejor que nunca. Siempre me ha interesado cómo graban los grupos, no los míos únicamente. Ha sido como restaurar una vieja película para verla en alta definición.

¿Estás al tanto de avances tecnológicos, entonces?  
Los utilizo más para cuestiones creativas, como la música o la fotografía. Me gusta internet para descubrir nuevas bandas aunque al ritmo que vamos tendrá que pasar una década si queremos saber cuáles son realmente buenas. Pero paso de redes sociales.

De aparecer ahora The Clash, ¿Lo tendría más fácil o difícil para hacerse escuchar?  
Es más difícil ahora. Cuando surgimos estaba toda la contracultura hippie, frente a la que nos expresamos con el punk. Había algo ante lo que reaccionar. ¿Qué cultura puedes atacar y poner entre interrogantes ahora? Si está todo tan capitalizado…

Pero ahora hay muchas cosas por las que estar cabreado.
Sí. Pero nosotros no expresábamos sólo mala leche, había mucho más.

¿Eso fue lo que os diferenció de otras bandas del primer punk británico, como Sex Pistols, Buzzcocks…?
Puede. Teníamos dos caras diferenciadas: la nihilista, que quería destrozar todo, y otra muy sensible. Creo que despegamos gracias a esta dualidad.

También teníais interés por el arte.    
Sí, veníamos de escuelas de arte. Nuestros primeros trajes, unos monos, los pintamos con spray, influidos por Jackson Pollock y artistas similares. Los llevábamos puestos a todas horas, no sólo cuando tocábamos. 

¿Entonces erais conscientes de lo mucho que estabais cambiando las reglas?
No realmente. Lo intuíamos, pero no teníamos una visión de conjunto. Simplemente queríamos diferenciarnos de las bandas anteriores a la nuestra, que no te llevaban a ningún lado, más allá de sus conciertos y sus canciones. Nuestra idea era motivar a otros para que empezaran a hacer sus propias historias.



Jones habla pausado y se preocupa por terminar sus frases. Cuesta creer que sea el mismo que le dio a su guitarra con tanto nervio e intuición en tantos temas clásicos en tan poco tiempo (su tercer álbum, London calling, fue elegido el mejor de los 80 por ROLLING STONE). Fue el peso musical de The Clash. “Yo no veo las canciones en conjunto como Mick. A menudo se pasa por alto el gran arreglista que es”, dijo de él Joe Strummer, su compañero fallecido 11 años atrás. Aunque en el otoño de 1983 este cantante de carácter fuerte le echó del grupo, aludiendo que el guitarrista se había vuelto insoportable con la fama, convertida en masiva en EE UU con el último álbum de la formación clásica, Combat rock. Para muchos, su marcha fue el verdadero fin de The Clash, que existió hasta 1986, tras escarceos con drogas, nuevos miembros que no encajaban, un disco irregular sin la formación original (Cut the crap) y un manager, Bernie Rhodes, que pasó de buen consejero exigente a manipulador egocéntrico. Tropezaron con todo aquello que habían criticado apenas un lustro antes.    

Mantuvisteis la amistad tras desaparecer, algo excepcional en grupos grandes.
Cuando me echaron, claro que hubo un tiempo en el que no fuimos amigos. Pero recuperamos la amistad rápido. Tuve la suerte de estar en una banda con unos tíos excepcionales, porque en el momento era difícil mantenerse cuerdo con lo grande que se había vuelto todo.

Al irrumpir hicisteis bandera del “Hazlo tú mismo”. ¿Supuso un conflicto llenar estadios pocos años después?
Totalmente. Constantemente nos debatíamos sobre nuestras contradicciones. Durante nuestra carrera no tuvimos un solo día de vacaciones, quizá con un poco de descanso hubiéramos tenido algo de perspectiva y habríamos evitado ponernos de los nervios los unos a los otros. El poco tiempo libre que tuvimos lo pasamos haciendo cosas para la banda.

Casi fuisteis a disco por año.
No hubo tiempo para pensar. Fue todo muy intenso y rápido, y fuera de los focos había muchas movidas. Afortunadamente eso nunca se notó mientras tocábamos.

¿Te hubiera gustado una reunión?
Sí, me hubiera gustado, para tocar en la selva amazónica, para esquimales y en muchos otros lugares donde no he estado.

¿Y otro disco?
Hubiese estado bien, pero no tiene mucho sentido plantearse eso ahora.

¿Piensas mucho en Joe Strummer?
Sí, un montón. Y más ahora que he trabajado tanto con todo este material: le escuchaba a través de sus letras. Ha sido bonito tener la oportunidad de estar tanto con él.

¿Queda algo por editar de The Clash?
Sí, hay montones de material grabados, pero son descartes. Y la caja que sacamos ahora no va de eso. 

Teníais una puesta en escena muy impactante, ¿ensayabais coreografías ante el espejo?
No. Se trataba más bien de una competición, por ver quién daba más de sí sobre el escenario. Estábamos muy compenetrados porque nos pasábamos los días juntos y ensayábamos un montón, por lo que teníamos muy interiorizadas las canciones y sabíamos lo que podíamos hacer.

También exigía buena condición física, ¿no?
Estábamos en forma porque jugábamos al fútbol todos los días, menos cuando estábamos de gira.

¿Y sigues jugando?
No. Pero Paul sí lo hace todos los domingos.

¿Y tú qué haces los domingos?
Ver la tele [risas].